Martes, 31 de marzo de 2009 | Hoy
ECONOMíA › EL QUE APUESTA AL YUAN, ¿PIERDE?
Por Raúl Dellatorre
Desde lo simbólico, más que por sus efectos inmediatos, el acuerdo para una operación de canje de fondos entre Argentina y China podría entenderse como un fuerte desafío a la hegemonía financiera mundial todavía vigente. El comunicado del Banco Central parece, en alguno de sus párrafos, redactado con destinatario directo en Washington D.C. Más precisamente, dirigido a las puertas de la Reserva Federal. “El yuan es una de las divisas con mayor potencial de desarrollo”, señala, casi una provocación al lugar de moneda de referencia que, todavía, ostenta el dólar. Por si fuera poco, agrega respecto del yuan que “está llamado a jugar un rol significativo en el rediseño actualmente en curso del sistema monetario internacional”.
¿Es pura casualidad el acuerdo monetario entre Argentina y China justo en este momento? Ocurre apenas 72 horas antes de la reunión del Grupo de los 20, donde justamente el eje del debate es el rediseño del sistema monetario internacional. Y una semana después de que el presidente del Banco Popular de China lanzara la provocativa propuesta de crear una divisa de reserva internacional que sustituya la actual dependencia mundial del dólar. Aquella propuesta recibió la inmediata y ofuscada respuesta de Estados Unidos, que a través de su secretario del Tesoro y el titular de la Reserva Federal, Tim Geithner y Ben Bernanke, primero, y del propio presidente Barack Obama después, rechazó toda insinuación que pudiera mellar la imagen de fortaleza del dólar. Pero el Rey está desnudo.
El documento del Banco Central argentino aporta más elementos para el análisis. “La economía china ha exhibido un elevado superávit de su balanza de pagos”, fijando una perspectiva exactamente opuesta a la que ofrece la economía estadounidense. “El yuan es una de las divisas que están comenzando a gravitar con fuerza en los mercados monetarios y que gozarán de creciente liquidez en los mercados internacionales”, advierte, aludiendo sin nombrarlo a la pérdida de gravitación del dólar.
En los hechos, el acuerdo monetario con China no significa otra cosa, midiendo sólo el efecto inmediato, que decir que Argentina tiene un crédito abierto en el país asiático para comprar todo lo que necesite de ese país, hasta el equivalente a 10 mil dólares, por los próximos tres años. La tarjeta de compras en yuanes tiene su equivalente, en pesos, en la plaza local a favor de la potencia asiática. ¿Un simple acuerdo de financiamiento recíproco para facilitar el comercio? Más que eso. Sugiere una fuerte corriente de intercambio comercial desligada del dólar, a cancelar en las respectivas monedas nacionales. Y algo más: tratándose de China, para Argentina es lo mismo que decir “si en algún momento el sistema financiero de Occidente, léase Estados Unidos y Europa, me corta el crédito, tengo una cuenta corriente abierta en China para comprar lo que me haga falta”. Esto es mucho más que promover el intercambio comercial entre dos naciones.
Y hay más. Meses atrás, Argentina acordó con Brasil que paulatinamente el intercambio bilateral dejaría de hacerse en dólares para pasar a ser un mecanismo compensado entre pesos y reales. Una manera de desdolarizar el intercambio con el primer socio comercial. Si a eso se agrega que Argentina acaba de hacer lo propio, por otros mecanismos, con China, su principal cliente extracontinental, se puede señalar con justeza que la desdolarización del comercio internacional del país avanza a pasos agigantados.
Una señal política que debería leerse en diversas claves. Una, por la oportunidad. Plantear este acuerdo a horas de la reunión del G-20 es fijar posición de antemano: Argentina no espera que de ese encuentro surjan respuestas que solucionen el grave conflicto que prenuncia la crisis estadounidense a nivel de comercio mundial. Si el sistema financiero mundial es el causante, el dólar es el agente transmisor, y Estados Unidos ya se definió por la defensa de ambos. Dos, la opción. Frente a este panorama, Argentina, un país históricamente ubicado en el “área dólar” de la economía mundial, apuesta a otra moneda fuerte. Si Bush fuera el presidente de la Reserva Federal, el país ya hubiera sido fichado como miembro del Eje del Mal.
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