Martes, 15 de octubre de 2013 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Matías Vernengo *
El premio del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel –un galardón que no está entre los originales Premios Nobel– muestra los límites de la visión convencional de la economía que tanto daño hizo en la Argentina y evidencia lo poco que cambió la profesión desde la crisis de 2008. El galardón fue dedicado a los desarrollos sobre el mercado financiero de Eugene Fama y Lars Peter Hansen, de la Universidad de Chicago, y Robert Shiller, de la Universidad de Yale.
La idea más controvertida entre las que desarrollaron los autores es la noción de los mercados financieros eficientes (efficient market hypothesis) de Fama. Esa idea sugiere que los precios de los activos financieros, en presencia de agentes racionales y perfecta información, están determinados por las preferencias de los agentes económicos, la tecnología y la dotación de factores productivos. En otras palabras, los precios de los activos financieros se establecen por los llamados fundamentos del mercado, la oferta y la demanda.
La idea no tiene ninguna relación con el viejo concepto de Adam Smith sobre la famosa “mano invisible” del mercado. Smith creía que la mano invisible obligaba a los agentes económicos a buscar la mayor tasa de ganancia y así el proceso de competencia forzaba, en el largo plazo, la gravitación alrededor de los precios de mercado. Sin embargo, los precios de largo plazo, una vez determinada la tasa de ganancia uniforme, dependían exclusivamente de sus costos de producción, que Smith veía relacionados con el trabajo comandado. Los precios eran determinados por los costos. La demanda, relativamente fija a largo plazo, tendría así un papel menor. Los mercados eran eficientes para Smith porque permitían no la determinación de precios que vaciaban los mercados sino que permitían la acumulación de capital en su busca incesante por la ganancia.
Entender la diferencia es importante porque la idea de los mercados eficientes de Fama sugiere que éstos determinan los valores óptimos en el corto plazo, y que cualquier tipo de regulación les quita eficacia. Como los precios de corto plazo reflejan los fundamentos del mercado, la sugerencia implícita en la hipótesis de Fama es que las burbujas son imposibles. Una posición difícil de defender frente a los eventos de los últimos 30 años como la burbuja de la hipotecas subprime, que tuvo efectos devastadores en la economía global.
Los trabajos de los otros dos galardonados balancean el premio en la misma forma que sucedió con el premio de Gunnar Myrdal, pionero keynesiano y líder de la Social Democracia Sueca, recibido juntamente con Friedrich Hayek en 1974. El trabajo de Hansen sugiere que hay razones racionales por las cuales las burbujas pueden ocurrir, por lo general, suponiendo que hay elementos autorrealizables en las expectativas de los agentes, no directamente relacionadas con los fundamentos, que afectan los precios de los activos financieros. Shiller es quien fue más lejos en su afán de mostrar que las burbujas especulativas sí existen.
Shiller sugirió que hay elementos comportamentales y psicológicos, algunos netamente irracionales, que explican la dinámica de los precios de los activos financieros. Junto con otro Nobel de Economía, George Akerlof, Shiller trató de revivir elementos de la teoría keynesiana. Sin embargo, al contrario de los autores de la vieja economía política clásica y del propio Keynes, las ideas de Shiller están basadas en la noción de que los problemas de los mercados resultan de imperfecciones y no del modo mismo en que operan los mercados.
En ese sentido vale recordar la verdadera respuesta heterodoxa a la hipótesis de los mercados financieros eficientes de Fama: la hipótesis de la fragilidad financiera de Hyman Minsky, economista post-keynesiano. Minsky sugería que las estructuras financieras cambian endógenamente a medida que la economía capitalista avanza. Los agentes económicos aceptan, frente a la competencia, cargar niveles de deuda más elevados y estructuras financieras mas riesgosas. Desde esta visión, las crisis financieras y las burbujas especulativas son la norma del funcionamiento del capitalismo.
* Profesor de la Universidad de Bucknell. Maestría en Desarrollo Económico de la Unsam.
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