La inestabilidad de los mercados financieros internacionales, con epicentro en la principal potencia mundial, tiene escaso efecto en la economía argentina. A diferencia de los shocks externos, desde el petrolero de comienzos de la década del ’70 hasta los más recientes de los noventa desde el Tequila, en 1995, hasta la debacle de Turquía, en 2001, la actual tormenta del mercado globalizado no está provocando turbulencias en los indicadores clave de la economía doméstica. El escudo de protección está constituido por la virtual desconexión financiera a partir del default, el mantenimiento del superávit gemelo (comercial y fiscal) y el constante crecimiento de las reservas. Precisamente, esta última variable registró ayer un nuevo record: alcanzó los 47 mil millones de dólares.

Esa inmunidad a los temblores financieros, el actual provocado por la crisis de los créditos hipotecarios denominados subprime, también ha sido construida por una política de desendeudamiento, en algunos casos forzada por la clausura que existe en el mercado de capitales para Argentina a partir del default, y en otros por propia voluntad, como la cancelación del total de la deuda con el FMI y los pagos a los otros organismos internacionales. Esos desembolsos se hicieron y hacen con reservas, que se ubican exactamente en 47.002 millones de dólares, según publicó el Banco Central.

En estos días, la autoridad monetaria que conduce Martín Redrado viene comprando a una marcha diaria de casi 80 millones de dólares. Ese ritmo tiene su origen en el fuerte ingreso de divisas, que comenzó a fines del año pasado, y por el aumento registrado en los precios de los comodities. En la city especulan que lo más probable es que las reservas superen antes de mitad de año la cifra de 50.000 millones de dólares, hasta totalizar unos 55 mil a fin de 2008. Como referencia, operadores del microcentro mencionan que en diciembre de 2006 las reservas sumaban 32 mil millones, aumentando 45 por ciento el año pasado. De esa forma, se seguirá fortaleciendo el seguro contra incendios financieros, puesto que esos dólares en las arcas del Central actúan como disuasor de maniobras especulativas.