Martes, 10 de febrero de 2009 | Hoy
EL MUNDO › RESPONDIó AL VETO DE DOS LISTAS AFINES PARA LAS ELECCIONES VASCAS
El máximo tribunal de Justicia español determinó vínculos entre la agrupación Democracia 3 Millones y la organización separatista, quitando la participación de aquélla en los comicios de marzo. El atentado no dejó víctimas.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Horas después de que el Tribunal Supremo decidiera vetar la participación en las elecciones regionales vascas del próximo 1º de marzo de dos listas electorales cercanas al entorno de ETA, la banda terrorista hizo estallar ayer un coche bomba en el Parque de las Naciones, en la ciudad de Madrid, sin causar víctimas. Un gesto de impotencia de la organización armada que ve cómo, por primera vez, su entorno político no podrá participar de las elecciones al Parlamento regional.
Nunca un atentado fue tan cantado como éste. Las fuerzas de seguridad españolas lo estaban esperando. Luego de que en la jornada del domingo el máximo tribunal de Justicia español pasara más de seis horas deliberando sobre si existían vínculos entre la recientemente formada agrupación Democracia 3 Millones (D3M), la lista electoral presentada por Askatasuna y la organización armada, llegó el atentado para demostrar que ETA tiene una cierta estructura todavía activa en Madrid con capacidad para realizar un ataque, aunque el aviso previo de la explosión hizo que no se tuvieran que lamentar víctimas. “Este atentado le da la razón al Tribunal Supremo”, acotó ayer el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, luego de explicar que el máximo órgano judicial no estaba prohibiendo a nadie defender sus ideas en el Parlamento. “Sus ideas las puede defender, lo que no puede hacer es entrar al Parlamento con sus pistolas”, expresó Rubalcaba en otra entrevista horas antes de que se produjese el ataque.
La decisión del Supremo da una muestra de la dureza de las instituciones españolas frente a ETA luego del fracaso de la última tregua. Hasta ahora el entorno “abertzale” (patriotas en vasco), como se denominan a sí mismos los simpatizantes de la izquierda radical independentista, siempre se las había ingeniado para presentar listas electorales, aunque desde principios de los años noventa no han vuelto a tener los altos apoyos cercanos al 20 por ciento del electorado que supieron conseguir en los tiempos en que su sello electoral era Harri Batasuna.
Una muestra de cuánto han cambiado los tiempos políticos en el País Vasco es también el hecho de que, por primera vez en la historia, el Partido Socialista se encuentra en condiciones, según los últimos sondeos, de arrebatarle la administración regional al Partido Nacionalista Vasco (PNV), la formación conservadora que controla el gobierno desde el retorno de la democracia hace más de un cuarto de siglo. El PSOE llega a estas elecciones fortalecido después de haber ganado por amplio margen en la región durante las elecciones generales del pasado año y con una cara nueva, la de Patxi López, un político pragmático y con arrastre que se enfrenta al desgastado Juan José Ibarretxe, el actual mandatario regional del PNV.
Ibarretxe gastó gran parte de su capital político intentando llevar a cabo un referéndum de corte independentista que el gobierno central y la Justicia impidieron con todos los instrumentos disponibles. Esa arriesgada jugada política dejó al descubierto la solapada división del PNV, un partido propenso a las separaciones traumáticas a lo largo de su dilatada historia, entre el sector soberanista representado por Ibarretxe y el ala moderada que apuesta por la profundización de la autonomía antes que por la independencia, cuyo principal baluarte es su presidente Iñigo Urkullu. El PSOE se ha beneficiado de esta división pescando votos en el sector moderado, luego de haber ganado credenciales políticas importantes en la región con el frustrado intento de José Luis Rodríguez Zapatero por alcanzar un acuerdo definitivo para el cese de la violencia con ETA.
Gracias también a este particular contexto se le puede dar diversas lecturas al atentado de ayer. Una de ellas indica la impotencia que siente la izquierda radical vasca por no haber podido colar esta vez sus listas electorales. Y es que tradicionalmente, aunque la voz de los partidos políticos se alce firme contra la violencia etarra en Madrid, tanto el PSOE como el PP, cuando tuvo responsabilidades de gobierno, permitieron a los sectores radicales presentarse usando distintos sellos electorales por temor a que se viera favorecido el PNV. De hecho, esto ocurrió en anteriores elecciones municipales o nacionales cuando la izquierda vasca no pudo presentarse.
Aunque los sondeos indican un virtual empate el próximo 1º de marzo entre PSOE y PNV, el PP no llega a superar el 20 por ciento en la región, una cosa parece clara: no habrá gobierno sin coalición y muchos analistas especulan que ésta puede llegar a darse precisamente entre las dos fuerzas vencedoras, siempre y cuando los socialistas se aseguren la primera mayoría. Si gana el PNV, en cambio, es probable que recurra como ya lo hizo en la Legislatura que termina, a un acuerdo con Izquierda Unida –partido que parece encaminarse a pagar muy cara esta alianza– y con algún grupo independentista de los que rechazan la violencia.
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