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El gobierno de unidad israelí llegó ayer a su fin con la renuncia de cinco ministros del Partido Laborista, encabezadas por el ministro de Defensa, Benjamin Ben Eliezer, y el canciller Shimon Peres. Si bien había habido amenazas de fisuras, el desencadenante fue la negativa laborista a la iniciativa del premier Ariel Sharon, del Partido Likud, de destinar más fondos para los asentamientos judíos en territorios autónomos palestinos para el Presupuesto de 2003. Tras las renuncias, el Parlamento aprobó en primera lectura el presupuesto del año próximo con mayoría de 67 votos a favor, 45 en contra y dos abstenciones. A pesar de la salida de los laboristas, Sharon cuenta con el respaldo de la ultraderecha y el ala religiosa. O sea, le resta campo para seguir gobernando.
La crisis había estallado con la amenaza de los laboristas de votar contra el proyecto de presupuesto, si los créditos otorgados a las colonias en los territorios palestinos no eran reducidos en 150 millones de dólares para ser enviados a los otros gastos sociales, como educación o jubilados. “Ante la gravedad de la crisis económica no podemos callar”, explicó en el Parlamento el líder laborista y renunciante ministro de Defensa, Benjamin Ben Eliezer. Ben Eleizer ya había amenazado con renunciar si no se recortaban los fondos para las colonias judías. A su dimisión le siguieron en cascada las del canciller Shimon Peres; el ministro de Cultura, Matan Vilnai; de Industria, Dalia Itzik, y de Transportes, Ephraim Sneh. Sharon y Ben Eliezer no llegaron a un acuerdo para salvar la coalición, que tambaleaba desde el pasado domingo ante la negativa del laborismo a votar el nuevo paquete económico que presentó el derechista partido Likud.
El Knesset (Parlamento de Israel) ayer aprobó en primera lectura el controvertido presupuesto: de los 120 parlamentarios, 67 votaron a favor del proyecto de ley y 45 votaron en contra. Previamente, los representantes de ambos partidos habían anunciado un “acuerdo fundamental” en sus diferencias, que sin embargo tenía que ser aprobado tanto por Ben Eliezer como por Sharon. La renuncia del líder laborista desmintió la existencia de un acuerdo real. Por su parte, Sharon había amenazado con destituir a los ministros laboristas si votaban contra el proyecto de ley del presupuesto en el Parlamento.
A pesar de la oposición laborista, Sharon logró superar la primera de las tres votaciones necesarias para aprobar definitivamente el Presupuesto 2003, que prevé un drástico ajuste, de 269.800 shekels (58.000 millones de dólares), en sintonía con la profunda recesión de la economía israelí.
Sin los 25 diputados laboristas, la coalición derechista que lidera Sharon ya no dispone de una mayoría. Sin embargo, el bloque de partidos de ultraderecha “Unión Nacional/Nuestra Casa Israel” apoyará al premier israelí con sus ocho escaños. Sharon había anticipado que si los laboristas abandonaban la coalición de gobierno intentaría formar un gobierno de minoría con el apoyo de partidos en su mayoría de derecha, y que si no tenía éxito llamaría de nuevo a elecciones.
El premier calificó la salida de sus ex aliados de “una vergüenza”, advirtiendo que la oposición no estará en condiciones de movilizar una mayoría absoluta de 61 diputados sobre el total de 120. A su vez, la partida de los laboristas del gobierno de unidad nacional deja a Sharon con 55 de los 120 diputados: 19 del Likud, 17 del Shas (ultraortodoxos sefardíes), 5 del Partido Religioso Nacional (de los colonos), 5 del Partido de Centro, 4 de Israel Baaliá (inmigrantes rusos, derecha) y 5 del Judaísmo Unido de la Biblia (ultraortodoxo askenazi), por lo que deberá aliarse para gobernar con la extrema derecha, que puede imponer condiciones duras.