El comienzo de la votación en las elecciones generales de India –por lejos las mayores del mundo– estuvo marcado por la violencia cuando rebeldes maoístas fueron culpados por la muerte de por lo menos diecisiete personas, incluyendo a cinco funcionarios electorales y casi una docena de oficiales de policía.

Los funcionarios electorales murieron por la explosión de una mina terrestre en el estado de Chha-ttisgarh. En el estado de Jharkhand, en el este, ocho funcionarios fueron secuestrados. En áreas controladas por los maoístas y distritos cercanos bajo su influencia, muchos votantes optaron por no asistir a los centros de elección. A pesar del temor a la violencia, un porcentaje de votantes en la primera de las cinco etapas de la votación pudieron lograr emitir su voto. Los expertos en elecciones predijeron una asistencia de hasta un 62 por ciento. “La gente quiere que triunfe la democracia”, dijo Tarun Gogoi, un alto funcionario en Assam, que ha estado persistentemente golpeada por la insurgencia.

El electorado total de India es de unos 714 millones. Es tal el número que la votación ha sido escalonada a lo largo de un mes y diferentes estados tendrán elecciones en días distintos. Los resultados no se esperan hasta el 16 de mayo.

Mientras el gobierno ayer desplegó cientos de miles de policías para proteger a más de 140 millones de personas que votarían en la primera etapa, algunos funcionarios electorales en las áreas más remotas iban en elefantes a los centros de elección cerca de la frontera con Burma. En las islas Andaman, en la bahía de Bengala, las urnas eran llevadas hasta los votantes en un viaje por barco de dos días.

Las encuestas sugieren que el partido que lidera la coalición del Congreso gobernante seguramente surgirá como el grupo con mayor número de bancas, derrotando a la alianza encabezada por el partido hindú nacionalista Bharatiya Janata (PBJ). Para que cualquiera de los dos gobierne, ambos necesitarían ganar el apoyo de los partidos más pequeños con intereses específicos locales que están diseminados por el país. Como resultado, lo que suceda después del 16 de mayo, cuando se conocerán finalmente los resultados, será tan importante como lo que suceda antes.

Pero los coordinados ataques de los rebeldes maoístas, conocidos como naxalites, fueron la mayor inquietud de ayer. Se cree que los ataques fueron el esfuerzo concertado de los naxalites para el día de las elecciones.

Temprano, ayer por la mañana, sospechosos rebeldes abrieron fuego sobre fuerzas paramilitares que patrullaban el estado de Jharkhand, matando a cinco soldados. Se enviaron refuerzos para asegurar el área en Latehar, a unos ciento veinte kilómetros de la capital del estado, Ranchi.

Mientras, en el estado vecino de Bihar, otros rebeldes atacaron el centro de elecciones en el distrito de Gaya, matando a un policía, dijo el vice inspector general del área, Anupama Nilokar. Los rebeldes Naxal han luchado contra el gobierno durante décadas en un puñado de regiones rurales, acusando a las autoridades de saquear los recursos naturales mientras suministraban muy poco a los residentes locales. Desde el sábado, veinte policías han muerto por sus ataques. Desde Nueva Dehli fueron llevados de inmediato refuerzos a las áreas atacadas.

También se anunció que el aspirante a político Varun Gandhi, que fue encarcelado por una diatriba antiislámica que emitió durante una manifestación por la elección, que supuestamente era un discurso de odio, será dejado libre con libertad condicional. La Corte Suprema india ordenó que tenía que cumplir dos semanas en libertad condicional. La decisión le permite entrar en las elecciones como un candidato para el PBJ. “El Partido Janata Bharatiya saluda la decisión de la Corte Suprema”, dijo un vocero del partido, Balbir Punj. Se espera que Gandhi presente sus papeles para la candidatura a la banca que tenía su madre la semana que viene en Pilibhit, en el estado de

Uttar Pradesh.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère