Domingo, 14 de junio de 2009 | Hoy
EL MUNDO › TRAS LA REPRESION PERU REDESCUBRE LA CULTURA DE RESISTENCIA DE LOS INDIGENAS AMAZONICOS
Los jíbaros son un pueblo aguerrido, que a lo largo de la historia ha resistido numerosos intentos de invasión. Para ser guerreros tienen que pasar por una serie de pruebas físicas y espirituales guiadas por un chamán.
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Los pueblos nativos amazónicos, históricamente ignorados por el Perú oficial y occidental, en la última semana saltaron dramáticamente al centro del escenario político, luego de la violenta represión que sufrieron por oponerse a una serie de leyes impuestas por el gobierno de Alan García, que amenaza quitarles sus tierras para entregárselas a las transnacionales. El enfrentamiento entre policías e indígenas se concentró en el territorio habitado por los aguarunas y los huambisas, como se conoce a las etnias awajún y wampis, que pertenecen a la familia etnolingüística de los jíbaros. Con aproximadamente 60 mil miembros, la de los jíbaros es la más numerosa de las trece familias etnolingüísticas de la Amazonia peruana, que en total agrupan a unos 300 mil nativos. Entre los jíbaros, los aguarunas son la mayoría. Población originaria de la Amazonia, habitan ancestralmente la zona selvática de la cuenca del río Amazonas que está entre Perú y Ecuador. Famosos por su práctica de reducir las cabezas de sus enemigos vencidos para conservarlas como trofeos de guerra, los aguarunas y los huambisas son guerreros duros, defensores tenaces de sus territorios.
Viven de una agricultura para la subsistencia, de la caza, la pesca y la recolección. Su actividad comercial es mínima. Son un pueblo guerrero, que a lo largo de la historia ha resistido numerosos intentos de invasión. “En la Amazonia todas las tribus son guerreras, pero entre todas ellas los guerreros más duros son los aguarunas y los huambisas. Ellos son implacables cuando se trata de defender su territorio”, asegura Róger Rumrrill, escritor e investigador de la Amazonia. Y ahora están defendiendo su territorio frente a la amenaza del ingreso de las empresas transnacionales al amparo de las leyes que el presidente García quiere imponer, como a lo largo de su historia lo han hecho de otros enemigos.
“Ni los incas ni los españoles lograron conquistar sus territorios. Durante la colonia los españoles diezmaron a otras poblaciones amazónicas, pero nunca ingresaron al territorio de los aguarunas y los huambisas, que está en las zonas altas de la selva”, señala Rosario Basurto, antropóloga y catedrática de la Universidad Católica. “La explotación del caucho a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX esclavizó a los indígenas amazónicos y dejó más de 50 mil nativos muertos. Los aguarunas y huambisas no dejaron que los caucheros ingresaran en sus territorios. Recién desde los años sesenta han dejado entrar en sus tierras a algunos mestizos”, afirma Rumrrill.
El ser guerrero es parte fundamental de su cultura. “Entre ellos la categoría de ser hombre pasa por ser guerrero. Cuando llegan a la adolescencia, los jóvenes pasan por un exigente proceso de iniciación, que dura varios meses, para convertirse en guerreros. Tienen que pasar por una serie de pruebas físicas y espirituales guiadas por un chamán (guía espiritual y curandero) antes de adquirir la categoría de guerreros. El proceso de iniciación concluye cuando los jóvenes, bajo el efecto del ayahuasca (raíz alucinógena usada en rituales sagrados para conectarse con sus ancestros) tienen la visión de un guerrero mítico con el que se identifican. Su vida es un constante entrenamiento físico. Tienen una fortaleza impresionante”, afirma Rosario Basurto, que trabajó varios años en la zona habitada por los aguarunas. No es casual que muchos de los jóvenes guerreros aguarunas y huambisas se enrolen al ejército. Ellos estuvieron en primera fila durante el último conflicto militar con Ecuador en 1995, que tuvo como escenario su territorio. Entre los aguarunas y huambisas que se enfrentaron a la policía hace unos días había muchos reservistas del ejército.
Un caso paradigmático de la historia reciente que revela la decisión con la que actúan los aguarunas para defender sus tierras de la presencia extraña ocurrió en los años setenta con el cineasta alemán Werner Herzog, que ingresó en el territorio aguaruna para filmar su película Fitzcarraldo sin pedir permiso a los nativos. Herzog instaló su campamento para comenzar a rodar la película. Una noche, los nativos, con los rostros pintados de rojo, como lo hacen cuando van a la guerra, atacaron el campamento del cineasta alemán, sacaron a todos y lo incendiaron. Herzog fue expulsado del territorio aguaruna y debió filmar su película en otra zona de la selva peruana. Esos mismos rostros pintados de rojo se han visto en estos últimos días cuando los aguarunas y huambisas se han enfrentado a la policía en defensa de sus tierras, que el gobierno pretende invadir con unas leyes que ha dado sin consultar a las comunidades nativas.
Para los pueblos amazónicos, la vida está estrechamente ligada a la selva, a la tierra, al bosque, a los ríos. “A diferencia de Occidente, para los indígenas amazónicos sus dioses no están en el cielo, sino en el bosque, en los ríos. Contaminar el agua, destruir los bosques no sólo es afectar la vida de los indígenas, sino también es matar a sus dioses. Por eso, cuando defienden sus tierras y sus ríos, los indígenas están defendiendo su vida, pero también a sus dioses –señala Rumrrill–. Con este gobierno –agrega– hemos retrocedido cien años en lo que es respeto de los derechos de los indígenas. Para los pueblos amazónicos, que a lo largo de la historia han sido marginados y masacrados, ésta es una lucha de reivindicación histórica y una lucha por la vida, que se puede convertir en una guerra del fin del mundo.”
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