EL MUNDO
El cholo que quiso ser el inca y terminó hundido en sus errores
Hace poco más de un año que asumió el poder desde Machu Picchu. Pero la fuerza de los símbolos no alcanzó para el presidente Alejandro Toledo, que sufrió una estrepitosa derrota en las elecciones regionales de ayer en Perú. Alan García emerge como ganador.
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Las elecciones regionales y municipales de ayer confirmaron la esperada derrota del gobierno del presidente Alejandro Toledo y el triunfo de quien fuera su principal rival en las elecciones del 2001, el ex presidente Alan García (1985-90). Desde ayer el nuevo escenario político peruano está compuesto por un partido claramente hegemónico, el APRA, el resto de partidos en una posición bastante debilitada –incluido el oficialista Perú Posible–, y una serie de fuerzas regionales independientes y fragmentadas. En estas elecciones, además de alcaldes en todo el país, se han elegido a 25 presidentes regionales, con lo que se ha dado inicio a un proceso de regionalización en el cual se transferirán gradualmente facultades y recursos a las nuevas regiones, que comenzarán a funcionar el 1º de enero del próximo año.
Las proyecciones, basadas en encuestas a boca de urna en 20 de las 25 regiones, le dan al socialdemócrata partido aprista el triunfo en 10 regiones, a los independientes en otras siete, y a la agrupación Unión por el Perú en una. En otras dos regiones la victoria es peleada voto a voto entre el APRA y los independientes, entre quienes se encuentran líderes políticos de las más diversas tendencias. Según estas primeras proyecciones, el oficialista Perú Posible no obtendría ninguna presidencia regional. Tampoco lograría ganar alguna alcaldía de importancia. Una abrumadora derrota que pone en difícil trance a un presidente Toledo que ya llegaba bastante debilitado a estas elecciones.
El tercer partido en importancia, la derechista Unidad Nacional, tampoco ha logrado presidencia regional alguna. El partido de la ex candidata presidencial Lourdes Flores ha podido salvarse de lo que habría sido una catástrofe electoral gracias a la sorpresiva victoria de su candidato Luis Castañeda (42 por ciento) para la alcaldía de Lima, quien derrotó al favorito Alberto Andrade (31 por ciento), que iba por una segunda reelección. Hasta dos semanas antes de las elecciones, Andrade le llevaba cerca de 20 puntos de ventaja a Castañeda y todo parecía consumado, pero de un momento a otro las cosas se dieron vuelta. Algo parecido a lo que ocurrió en las elecciones del año ‘90, cuando un desconocido Fujimori derrotó en una atropellada de último momento al escritor Mario Vargas Llosa.
Un desembalse de demandas llegadas desde el interior del país, tanto en obras, recursos y más facultades políticas; 25 gobiernos regionales en manos del opositor partido aprista o de líderes independientes que han crecido sobre la base de sus críticas al gobierno; un partido oficialista reducido a una condición de minoría y con serios problemas de cohesión interna; niveles de aceptación personal de la figura presidencial que, aunque han experimentado un ligero crecimiento en las últimas semanas desde que Toledo se decidió a reconocer a su hija extramarital, siguen muy bajos, bordeando el 20 por ciento; es el complicado terreno por el que deberá comenzar a transitar el presidente Toledo. El triunfo del APRA y el poder que ha logrado acumular en las regiones ha desatado las especulaciones sobre el comportamiento que tendrá este partido. Algunos han advertido que el APRA podría usar ese poder regional para cercar con demandas y protestas al gobierno central hasta hacerlo caer y así adelantar unas elecciones que ahora los dirigentes apristas están convencidos de que ganaría Alan García. Aunque, como era de esperarse, el propio García y los principales dirigentes apristas han negado públicamente esa posibilidad, los analistas políticos coinciden en advertir sobre ese riesgo para la estabilidad de la presidencia de Toledo.Y ciertamente que la vocación de Toledo por el error y los autogoles políticos no ayuda a la estabilidad de su gobierno.