Jueves, 21 de enero de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EN SUS PRIMEROS DOCE MESES DE GOBIERNO OBAMA DERROCHó UN ENORME CAPITAL POLíTICO
Se ha desplomado el nivel de aprobación de este político y se comienza a ver el desencanto entre sus bases, lo cual ya empieza a tener serias consecuencias políticas para el Partido Demócrata y la agenda de gobierno de Obama.
Por David Brooks *
Desde Nueva York
Apenas un año después de celebrarse tal vez el momento de mayor esperanza en la última década en este país, se desvanece el encanto popular de Barack Obama y con ello peligra su poder político. Empieza a hablarse del debilitamiento de un líder que marcó la historia y llegó al poder con enorme capital político, pero que después de un año en la Casa Blanca no ha cumplido con casi ninguna de sus principales promesas. Se ha desplomado el nivel de aprobación de este político, pero tal vez más preocupante es que se empieza a ver el desencanto entre sus bases, lo cual ya empieza a tener serias consecuencias políticas para el Partido Demócrata y la agenda de gobierno de Obama.
Aunque todos reconocieron que asumía la presidencia en medio de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión y heredaba dos guerras, él prometió una serie de políticas que resumía en una palabra: “cambio”. Pero el “cambio” es cada vez más difícil de detectar más allá de la retórica, y ahora hasta eso parece más de lo mismo. “Estamos en guerra”, afirmó Obama hace dos semanas, con el mismo vocabulario de George W. Bush y Dick Cheney, al hablar sobre el fallido atentado “terrorista” en un avión que aterrizaba en Detroit en Navidad, asunto que interrumpió sus vacaciones y provocó una emergencia política y de seguridad nacional para su gobierno. Desde entonces se habla sin cesar sobre “enemigos”, “amenazas”, medidas de seguridad cada vez más extensas. O sea, el mismo vocabulario desde el 11-S.
Pero la principal “amenaza” política al gobierno de Obama no proviene del exterior. No hay tema más importante en el ámbito político-electoral que la economía, y sobre todo el empleo. Al empezar un año de elecciones legislativas en que los demócratas esperan perder varias curules frente a sus opositores –además de la que perdieron el martes pasado–, todos saben que el factor más influyente en el voto es el estado de la economía. Una y otra vez Obama ha subrayado que su prioridad es regenerar el crecimiento económico y el empleo. El viernes pasado, cuando el gobierno esperaba anunciar una reducción de la desocupación, las cifras oficiales registraron la pérdida de otros casi 100 mil empleos. Obama tuvo que declarar que era “un recordatorio de que tenemos que trabajar cada día para lograr que avance de nuevo nuestra economía. Para la mayoría de los estadounidenses, como para mí, eso significa crear empleos”.
Sin embargo, la tasa de desempleo permanece en 10 por ciento, mientras las consecuencias de la crisis se manifiestan por todo el país. Además de los 8 millones de desempleados desde que comenzó la recesión, millones pierden sus casas por no poder pagar hipotecas. La crisis económica ha generado una crisis fiscal para los gobiernos estatales, lo que ha provocado dramáticos recortes de servicios públicos, el despido de cientos de miles de maestros y mayores impuestos, entre otros sacrificios.
El sector financiero rescatado con miles de millones de fondos públicos debate ahora las cantidades de los bonos que se pagarán a los ejecutivos, los cuales podrían estar entre los más altos de la historia. Políticamente, esto nutre la ira contra el gobierno.
No es sólo en el rubro de la economía donde crece el desánimo entre las bases electorales de Obama. El anuncio de la expansión de la guerra en Afganistán (30 mil soldados más) pocos días antes de recibir el Premio Nobel de la Paz, y su discurso sobre la “guerra justa”, decepcionaron a los que votaron por un candidato que expresó su oposición a la guerra en Irak y la política bélica de Bush.
Lo mismo ocurre en otros frentes: la reforma de salud, tema central de su primer año en el gobierno, se ha reducido a una reforma repudiada por varias agrupaciones progresistas que al principio la apoyaban con gran entusiasmo. Otros quedaron desilusionados ante el fracaso de la cumbre sobre cambio climático en Copenhague y la actuación de Obama en ella. Lo mismo sindicatos que esperaban apoyo a iniciativas legislativas que otorgarían mayores derechos para organizar trabajadores. Y aunque apenas arranca la ofensiva para lograr una reforma migratoria integral prometida por Obama para este año, hay dudas sobre el compromiso de la Casa Blanca ante el estado actual de la economía, mientras hoy día defensores de inmigrantes denuncian la continuación de medidas gubernamentales de detención y deportación contra su comunidad.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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