La conferencia en Londres sobre el futuro de Afganistán terminó con el acuerdo de un controvertido plan para “comprar” a las facciones más moderadas del movimiento talibán y abrir un diálogo con su cúpula. Cancilleres de 60 países aceptaron lanzar una suerte de fideicomiso de cerca de 140 millones de dólares para impulsar la paz, la reconciliación y la reintegración en Afganistán. La decisión es un cambio significativo en la estrategia que se venía adoptando hasta ahora, especialmente por Washington. Ahora intentarán encarar el conflicto en busca de un acuerdo político negociado con el movimiento talibán.

A pesar de que los ministros negaron querer sobornar a las fuerzas talibán contra las que sus tropas están actualmente luchando, el dinero se utilizará para crear puestos de trabajo, construir viviendas y financiar proyectos agrícolas para ofrecer a los oficiales y a los combatientes, que hoy sienten que la oferta talibán es su mejor opción económica. Además, Hamid Karzai, el presidente afgano, también adelantó que invitará a los líderes talibán a la Cumbre de Paz que se realizará en abril próximo. Será la primera reunión de este tipo en ocho años y tendrá como segunda parte una conferencia internacional en Kabul.

“Debemos convocar a todos nuestros conciudadanos, especialmente a nuestros hermanos desencantados, quienes no son parte de Al Qaida ni de otras redes terroristas y que aceptan la Constitución afgana –instó Karzai–. Sé que los persuadiremos, a través de todos los medios pacíficos disponibles, para dejar las armas y reinsertarse en la comunidad afgana otra vez”, agregó el mandatario, recientemente reelecto en unas elecciones cuestionadas por la oposición y observadores internacionales.

El premier británico Gordon Brown apoyó el llamado de su par afgano y pronosticó que no será difícil dividir al movimiento talibán. “Lo primero que hay que hacer es fortalecer a las fuerzas afganas y después debilitar a las milicias talibán, forzándolas a dividirse –sugirió–. El fideicomiso creará una alternativa económica viable para aquellos que antes no la tenían”, agregó, explicando cuál será la estrategia central para quebrar las filas islámicas.

En cambio, ninguna concesión o negociación se dará con Al Qaida. “No habrá una reconciliación con los miembros de Al Qaida, que creen que la violencia extrema y el asesinato de personas es la expresión de una visión distorsionada del Islam”, sentenció el primer ministro y anfitrión de la cumbre de ayer.

Hillary Clinton, la secretaria de Estado norteamericana, también se sumó al llamado a un diálogo amplio. “Uno tiene que estar dispuesto a acercarse a sus enemigos si quiere crear una situación que ayude a terminar una insurgencia o a marginar los focos insurgentes más extremistas, para que no sean más una amenaza real a la seguridad y estabilidad de la nación”, señaló la jefa de la diplomacia de Barack Obama. Su par francés, Bernard Kouchner, coincidió. “No se puede decir no a un diálogo. ¿Es posible rehusarse? Al final de una guerra, lo que normalmente sucede es que hay una victoria contundente o un diálogo de paz”, recordó el veterano diplomático y fundador de Médicos Sin Fronteras.

El canciller británico, que codirigió la cumbre junto a Gordon, reconoció que parte de la responsabilidad por la falta de un diálogo político es del gobierno afgano. “Debe expandir el espacio político para incluir a los sectores y las personas que han estado excluidos –explicó–. Hoy existe un objetivo claro y viable para terminar este conflicto: desplegar la fuerza militar para apoyar una clara y concreta estrategia política.”

Según explicó, el fideicomiso no sólo serviría para ganarse a los insurgentes que hoy cobraron 10, 20 o 30 dólares por día de los talibán, sino que también ofrecería una seguridad a largo plazo a las comunidades afganas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.