Lunes, 26 de abril de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ES EL MARIDO DE UNA JOVEN MULTADA POR CONDUCIR CON VELO
El gobierno francés podría retirarle la nacionalidad a un hombre al que acusa de poligamia y de fraude a los subsidios sociales. Para los estrategas, los musulmanes son un resorte oportuno para levantar la popularidad del mandatario.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El Ejecutivo francés vuelve a estar envuelto en una controversia que nació con una historia anecdótica de un velo islámico y hoy se está izando a la categoría de asunto de Estado. Como ya es común en estos meses, el objeto del debate son los musulmanes y sus costumbres. El episodio se inició durante la semana cuando una mujer que conducía un automóvil con un velo integral, el niqab, fue multada con 29 euros en la localidad de Nantes (oeste). La policía estimó que esa vestimenta que sólo deja los ojos al descubierto limitaba el campo de visión de la conductora y, con ello, contravenía una de las disposiciones del código de tránsito. Esta peripecia no hubiese debido ocupar más que unas líneas en la prensa regional, pero el oportunismo simultáneo de la mujer y el Ejecutivo hicieron saltar el caso de la rúbrica “sucesos” a la sección Política.
La mujer fue multada justo en momentos en que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, decidió apresurar el paso para que en mayo y en contra de la opinión del Consejo de Estado se discuta una ley para prohibir el uso del velo integral en la vía pública. En este contexto de regulación de la libertad de vestirse como a la gente se le antoja, la multa recibida por la conductora representaba un ejemplo ideal. Pero la señora, una francesa de 31 años que usa el niqab desde muy joven, convocó a una conferencia de prensa junto a su abogado y denunció lo que consideró como una sanción “injustificada en términos de seguridad en la carretera” y atentatoria “contra los derechos humanos”. Este fue el primer paso hacia la quinta dimensión –de la ruta a los derechos humanos y de esto a lo que viene más tarde–. Unas horas después, el ministro francés de Interior, Brice Hortefeux, se dirigió al titular de la Cartera de Inmigración e Identidad Nacional, Eric Besson, a fin de que se estudiara la posibilidad de retirarle la nacionalidad francesa al marido de la conductora, a quien acusó de poligamia y de fraude a los subsidios sociales franceses.
Según el ministro de Interior, el marido, nacido en Argel, se naturalizó francés por vínculo matrimonial en 1999 y podría pertenecer “a la órbita radical del movimiento Tabligh”. El responsable dijo que este caballero, además de ser “sospechoso de poligamia con cuatro mujeres con las cuales habría tenido doce hijos”, habría abusado de los servicios sociales franceses.
Así fue como una trivial multa subió a un escenario de primer plano de donde la conductora multada desapareció del argumento para dejar lugar a algo mucho más denso. Ocurre que se presentan dos problemas. El primero, es preciso que se lleve a cabo una investigación para verificar las acusaciones del titular de Interior. El fiscal de la República en Nantes, Xavier Ronsin, dijo que hasta este domingo ningún organismo social le había presentado una denuncia contra el marido de la conductora y observó con sabiduría que “si un hombre casado tiene cinco amantes, el adulterio no es castigado por la ley”. A su vez, Eric Besson aclaró que el hombre podría perder su nacionalidad “únicamente después de una condena de la Justicia” y agregó que probar la poligamia sería “probablemente” difícil. El segundo problema es que la ley estipula que sólo se puede perder la nacionalidad en caso de actos terroristas y si la persona representa una amenaza para los intereses del Estado o la nación. En ambos casos, la poligamia no parece entrar en estas definiciones.
La extrema derecha saltó a recuperar los beneficios de este extraño cuento de política ficción, pero que es real. Su líder, Jean-Marie Le Pen, juzgó “escandaloso” que los cónyuges de un hombre sospechoso de poligamia pudiesen gozar de subsidios del Estado. La izquierda francesa salió de su reserva y denunció la “explotación política” del caso. Sin embargo, la primera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, aún no ha dicho palabra alguna. Este silencio es casi un modo existencial entre los socialistas franceses. El perfil bajo se impone cuando el Partido no tiene unidad en torno de un tema.
Los musulmanes de Francia, sin dudas cansados de los incontables ataques y ofensas de que han sido blanco en los últimos meses, denunciaron la “estigmatización sistemática” del Islam. Para los estrategas presidenciales, los musulmanes son un resorte oportuno para rehacer la popularidad de Nicolas Sarkozy y reconquistar al electorado conservador que lo dejó solo en el sillón. La última encuesta publicada hace unos días esbozó un alarmante cuadro de mala salud electoral. El 66 por ciento de los franceses estiman que el balance de la acción presidencial es un fracaso.
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