Las promesas hechas ayer por el presidente de Siria, Bashar al Assad, sobre una apertura a mayor participación civil, menos corrupción y más libertad de expresión, fueron recibidas con escepticismo por sectores opositores, quienes prometen seguir movilizados, y por potencias occidentales.

Estados Unidos pidió “hechos y no palabras” al mandatario sirio. El canciller de Francia, Alain Juppé, dijo que no había “razón alguna para tomar en serio actualmente” a Assad. Su par alemán, Guido Westerwelle, se refirió por su parte “al discurso de un incorregible, que aparentemente no ha comprendido las señales de los tiempos”. El escepticismo de las potencias occidentales coincidió con el de los sectores opositores en Siria. La “movilización popular y pacífica seguirá hasta la caída del régimen”, afirmaron en Siria los Comités de Coordinación Local (LCCS).

“En tres meses de protesta y después de más de 1300 víctimas, en su mayoría civiles, el presidente admitió de hecho no haber entendido o no querer entender cuáles son las razones de la movilización”, dijo Omar Idlibi, uno de los voceros de los Comités de protesta. El secretario general de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Riad al Shakfa, advirtió que “no deberíamos perder el tiempo en analizar el contenido de este discurso”. “Tras cada discurso de Assad los manifestantes están aún más motivados que antes, porque no ofrece más que palabrerías”, sostuvo Al Shakfa. El dirigente, quien se encuentra en el exilio, cree que el discurso de Assad reforzará aún más al movimiento de protestas en su voluntad de introducir un cambio de régimen. En realidad, algunos opositores se sintieron provocados por el tono del presidente y apenas sonaron sus últimas palabras en varias provincias se repitieron las manifestaciones para gritar el eslogan preferido de los revolucionarios árabes: “El pueblo quiere la caída del régimen”.