EL MUNDO › LA DERECHIZACION COLOMBIANA SEGUN EL ANALISTA ARMANDO BORRERO
“Si esto sigue, gana la antiguerrilla”
La crisis colombiana está al borde de un giro. En lo militar, las FARC escalaron su ofensiva, y EE.UU. redobló su ayuda. En lo político, el candidato antiguerrilla Alvaro Uribe saltó al primer lugar en intención de voto para las elecciones de mayo. Aquí, dos analistas explican lo que puede esperarse.
“La opinión pública no cree en el proceso de paz, ni en la intención de las FARC de hacer la paz, y el voto por Alvaro Uribe parece ser una avalancha por como van las encuestas”, dijo a Página/12 el analista militar Armando Borrero, con respecto al vertiginoso ascenso del candidato antiguerrilla al primer lugar en las encuestas para las elecciones presidenciales colombianas de mayo.
–¿Cómo ve que Estados Unidos pase de hablar de lucha contra el narcotráfico a lucha antiguerrillera en Colombia?
–Creo que es un proceso inevitable que finalmente Estados Unidos acepte que la ayuda contra el narcotráfico también se utilice contra la guerrilla, porque ambos procesos son indistinguibles. Durante veinte años la guerrilla se ha beneficiado de los cultivos ilícitos y se ha envuelto en el negocio cada vez más. Por mucho tiempo Estados Unidos prefirió no involucrarse en el conflicto político, manteniendo la ayuda en el plano del combate contra el narcotráfico; pero cada vez que se va a fumigar un área o se van a destruir laboratorios hay que chocar con las FARC, y cada vez es más grande el monopolio de éstas sobre los cultivos ilegales.
–Hablo, por ejemplo, de la solicitud que hizo Bush de más dinero para poder entrenar al Ejército colombiano.
–Desde hace ya un par de años hay apoyo para entrenamiento del Ejército y ahora se solicitan fondos para unos cuerpos especiales que protejan la infraestructura del país, dado que las FARC en la última fase no atacan militarmente, sino que se han dedicado a destruir las redes eléctricas, han atacado acueductos –lo que es sumamente grave– y oleoductos. De hecho, el Ejército colombiano tiene inmovilizadas 45.000 tropas en el cuidado de infraestructura, y va a haber un apoyo de entrenamiento especial en ese tipo de protección y la financiación de un batallón adicional para protección de infraestructura, básicamente de oleoductos.
–Hay versiones de que las FARC tendrían cuatro misiles rusos.
–Hasta ahora no ha habido ningún tipo de incidente con esos equipos, no se utilizaron misiles tierra-aire en Colombia; si acaso es cierto que compraron eso en Nicaragua, me temo que no sirven para nada, porque las condiciones de almacenamiento de tales equipos es compleja y bajo condiciones especiales –muy malas en Nicaragua–. Y para las FARC es difícil almacenar semejantes misiles.
–¿Hasta dónde el ejército puede combatir a las FARC?
–Ha mejorado y crecido en número en los últimos años, pero desde luego se necesitaría más. Mejoró en movilidad y sobre todo en inteligencia técnica, de modo que el intento de las FARC de combatir en grupos grandes –que hizo hace unos seis años– tuvo que detenerlo. Una vez que el Ejército cambió sus tácticas, las consecuencias han sido muy duras para las FARC. Por eso volvieron a la guerrilla tradicional, atacando puestos de policía en pueblos y ahora con el terrorismo contra la infraestructura económica. Cada vez hay más fuerza pública para enfrentarlas.
–¿Cuál sería un plan efectivo contra la guerrilla?
–Comenzar por aislarlos políticamente más de lo que están. No veo una salida negociada a menos que el gobierno demuestre que es capaz de golpearlos militarmente y que entiendan que no pueden llegar al poder por la vía de las armas. Sobre todo, un combate efectivo al narcotráfico, porque mientras haya narcotráfico, va a haber violencia en Colombia.
–¿Cuál es la actual relación de fuerzas entre el Ejército y las FARC?
–Las FARC no han avanzado mucho desde 1995, a partir de ahí su fuerza se volvió estacionaria, porque el campo colombiano ya no tiene potencial de gente joven para reclutar, y la competencia se agudizó con los paramilitares, que reclutan mercenarios con mejor paga. El problema es que las ofensivas terroristas suelen ser espectaculares, pero no muestran mucha capacidad militar. Creo que las perspectivas son contra las FARC.
–Los tres candidatos mejor rankeados en las encuestas para las elecciones presidenciales de mayo han presentado programas distintos en torno al proceso de paz: el liberal disidente Uribe, que está en el primer lugar, quiere acabar con la zona de distensión y pide una intervención militar internacional; el ahora segundo, el liberal Horacio Serpa, está a favor de continuar con las negociaciones y la independiente Noemí Sanín es ambigua en cuanto al proceso de paz ¿Cuál programa ve usted más factible?
–Tal como están las cosas en Colombia se sabe que las últimas encuestas muestran un crecimiento rapidísimo de la intención de voto por Uribe; éste propone que sólo continuaría la zona de distensión si hubiera veeduría internacional y ciertas condiciones de avance en la negociación que hasta ahora no se dieron. La mayor parte de la opinión pública está harta del conflicto, porque el de Colombia es un caso sui generis: la sociedad no está dividida, no hay ambiente para una guerra civil, las FARC son un quiste metido en problemas sociales específicos de economías campesinas y zonas de colonización que desde hace 20 años se han fortalecido gracias a los ingresos económicos que tienen. El cansancio es tan grande que en este momento la opinión pública no cree en el proceso de paz, ni en la intención de las FARC de hacer la paz, y el voto por Alvaro Uribe parece ser una avalancha por como van las encuestas.
–¿Su popularidad aumentó porque tiene una retórica creíble?
–La gente siente que las FARC se están burlando del gobierno actual, que lo único que hacen es dilatar y dilatar las negociaciones; no se hizo un acuerdo serio de nada, no hay intenciones de parar la guerra o disminuir el ataque a la población civil –el secuestro está muy alto– y la utilización de cilindros de gas para disparar explosivos es una artillería muy imprecisa que está causando muchos daños en los pueblos; cuando atacan una estación de policía destruyen 670 casas y además colocan bombas en las ciudades y atacan los acueductos. Todo hace que nadie crea en el proceso de paz, y que el gobierno de Pastrana esté muy solo. La opinión pública se vuelca entonces hacia propuestas que ofrezcan salidas, incluso soluciones de derecha, dictatoriales, ya el cansancio es tal que hay una polarización muy grande.
–Se ha dicho que la política de Uribe va bien con la extrema derecha paramilitar.
–Sería demasiado identificarlos, los paramilitares utilizan métodos criminales, han ganado legitimidad de muchos sectores de la población que están cansados de la guerrilla, pero no creo que logren una penetración social muy grande. Sin embargo, es el grupo armado que más crece en Colombia, y al paso que va muy pronto va a tener el tamaño de las FARC. Uribe propone una política con una legislación más dura que haga frente a la guerrilla y pida ayuda internacional. Sería muy grosero identificar a los paramilitares con el movimiento de Uribe, aún cuando entre la gente que hace campaña con él, hay mucha que pertenece a grupos sociales que apoyan a los paramilitares: los terratenientes, los ganaderos y sectores del campo lo apoyan y simultáneamente son la base social del paramilitarismo.
–¿Habría posibilidad de una alianza entre Uribe y Noemí Sanín?
–Se especula mucho acá en Colombia si en la segunda vuelta Noemí Sanín apoyaría a Uribe. No me parece; el movimiento de Noemí se va a desmoronar de acá a unos meses, va a llegar con muy poca fuerza a la primera vuelta porque ha sido muy ambiguo en propuestas, ha dado muchos bandazos, en la primera etapa atacó mucho a Uribe, acusándolo de terrorista; yo creo que la masa que está con Noemí puede apoyar la candidatura de Serpa en una segunda vuelta. Pero la última oleada terrorista de las FARC ha cambiado muchísimo a la opinión pública. Si las FARC continúan con su ola terrorista es posible que Alvaro Uribe gane en la primera vuelta.