Sábado, 15 de octubre de 2011 | Hoy
EL MUNDO › RECIBIó UN AJUSTADO VOTO DE CONFIANZA DEL PARLAMENTO ITALIANO
El voto de confianza había sido pedido el jueves por el primer ministro después de una derrota de su gobierno en la Cámara de Diputados, dos días antes, sobre el Balance del Estado 2010. Pasó por siete votos.
Por Elena Llorente
Desde Roma
“Berlusconi se salvó”, titularon los diarios on line italianos su primera plana del viernes, al referirse al voto de confianza obtenido por el gobierno en el Parlamento. El voto de confianza había sido pedido el jueves por el primer ministro Silvio Berlusconi después de una derrota de su gobierno en la Cámara de Diputados, dos días antes, sobre el Balance del Estado 2010. Hablando ante el Parlamento el jueves, Berlusconi había dicho que no había alternativas a su gobierno y que por eso pedía la confianza, como dando a entender que, si bien había perdido la batalla, eso no significaba que hubiera perdido la guerra.
El viernes, después de una mañana llena de informaciones contradictorias por parte de periodistas y de algunos diputados oficialistas –que parecían indicar que las aguas no estaban tan claras y que tal vez Berlusconi tambaleaba–, llegó el momento de hacer las cuentas, y el primer ministro consiguió los números que necesitaba. Es decir, 316 votos a favor y 301 en contra. La mayoría necesaria era de 309 votos, es decir que había ganado por siete votos, poco más o menos la diferencia que se viene plasmando en las votaciones de la Cámara de Diputados desde hace meses.
Esto significa, en términos de política italiana, que Il Cavaliere puede ahora seguir adelante con su gobierno –o su “no gobierno”, como dice la oposición–, con los planes de reactivación económica que ha prometido a un país en grave crisis, pero que todavía no llegan, y con la discusión y posible aprobación de algunas leyes que lo favorecerían en varios de los procesos que tiene en curso ante la Justicia italiana.
“Ha sido una victoria a lo Pirro”, dicen algunos opositores: es decir, ganó la batalla, pero perderá la guerra. “Se terminó, al gobierno se le están cayendo los pedazos”, insisten, no obstante no haber logrado convencer a los diputados del partido de Berlusconi, el Pueblo de la Libertad (PDL), ni a sus aliados, a votar en contra de su líder. Un grupo disidente del PDL, liderado por el ex ministro Claudio Scajola, parecía querer ponerle freno la semana pasada. Pero después de algunas reuniones con el líder, la mayoría de sus integrantes –excepto dos– terminaron votando por la confianza. Pero el hecho de que al menos esos dos se hayan abstenido del voto es para algunos una señal significativa de que la mayoría parlamentaria se está comenzando a resquebrajar.
Hay que decir, sin embargo, que algunos diputados siguen creyendo ciegamente en Il Cavaliere, en sus dotes de primer ministro, de hombre no corrupto –dicen– porque tiene la plata que quiere, de empresario que se hizo desde abajo, de mujeriego, como corresponde a un verdadero “macho” italiano. Pero otros, los diputados conocidos como “peones” –es decir, elegidos sin ningún mérito en las listas del PDL para hacer al pie de la letra lo que dice el jefe– tienen miedo de quedarse sin trabajo si cae el gobierno, por lo cual, en tiempos de crisis...
“Estoy satisfecho después de haber hecho fracasar la trampa de la oposición que hizo una figura tristísima”, comentó Berlusconi con una sonrisa de oreja a oreja. Las imágenes transmitidas desde el Palacio de Montecitorio, sede del Parlamento, lo mostraban rodeado de sus diputados, todos sonrientes y bromeando.
Fuera del Parlamento, grupos de indignados gritaban “¡Nuestra confianza no la obtendrán jamás!”, mientras otros grupos manifestaban frente al Ministerio de Economía. En Milán, el corazón económico de Italia, grupos de jóvenes –la más alta tasa de desocupación en Italia se encuentra entre ellos– lanzaron ayer huevos y pintura contra algunos bancos y sociedades financieras, como un pequeño anticipo de lo que podría suceder hoy en el mundo, porque millones de indignados saldrán a la calle en Sydney, Nueva York, París, Roma, Londres y muchas ciudades más, para manifestar su descontento contra la política económica dictaminada por las organizaciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo, que favorece a los bancos y no a la gente.
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