Sábado, 15 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › EL EX MARINO SíMBOLO DE LA REPRESIóN ILEGAL PRONUNCIó SUS “úLTIMAS PALABRAS” EN EL JUICIO SOBRE LA ESMA
Como es habitual en los represores,Astiz impugnó el juicio en su contra y dijo que se sentía un perseguido.
Por Laura Vales
Llevó el discurso impreso. Lo leyó a lo largo de dos horas, en las que dijo que el juicio había sido una parodia, que los familiares de los desaparecidos habían declarado en su contra por dinero, que en la Argentina hubo una guerra contra el terrorismo y que él tenía que haber sido juzgado por un tribunal militar. “No nos perdonan que hayamos combatido con éxito a la subversión”, dijo también Alfredo Astiz en la que fue una de las últimas audiencias del juicio oral por los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada. El marino habló haciendo uso del derecho que tienen todos los acusados a decir sus últimas palabras en los juicios orales, antes de que los jueces deliberen para definir la sentencia. Cuando terminó las más de treinta carillas que había sacado de una carpeta de color papel madera, el represor les entregó a los jueces un ejemplar de la Constitución Nacional.
Quería que se la dieran, dijo, al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. Se supone que porque Astiz se considera víctima de una persecución política y espera que la Argentina “vuelva a ser una República” y se declaren prescriptos los delitos que se le imputan.
Todo lo que pasó en la audiencia estuvo dentro de lo previsible. Se sabía que era el turno de que hablara Astiz porque el día anterior el Tribunal Oral Federal número 5 había comenzado a ofrecer la palabra a los acusados, que en este tramo de la causa ESMA son dieciocho. En el pullman de la sala –el sector reservado al público de familiares y amigos de los militares– se juntó el también habitual grupo de mujeres de los represores y sus allegados. Las mujeres, entre los 50 y 60 años, todas con pelo largo y el flequillo sobre la frente, calzadas con botas, vestidas con sacos ajustados al cuerpo, con un cierto festivo, como de estar en un evento social. Cecilia Pando, la esposa del ex mayor Pedro Mercado y defensora de la dictadura, apareció unos minutos antes de la apertura de la audiencia. Tras ingresar al pullman, buscó a Astiz y le mandó un beso a través del vidrio. “¡Nunca vine tan temprano!”, comentó. Tres octogenarios, dos de ellos con bastón, se entretuvieron pasándose un ejemplar de Página/12. Otros integrantes del público contaban con copias del discurso que Astiz leyó.
Durante su larga exposición, el ex capitán de la Armada aludió sólo una vez a las pruebas reunidas en su contra. Fue para cuestionar los exámenes de ADN realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (Astiz los atribuyó al Banco Nacional de Datos Genéticos) que permitieron reconocer los cuerpos enterrados en el cementerio de General Lavalle, entre ellos los de la monja francesa Leonie Duquet, y los de las madres Azucena Villaflor de Devincenti y María Esther Ballestrino de Careaga, y que son parte de los elementos que sostienen la acusación por el delito de homicidio.
En el sector para el público ubicado en la planta baja de la sala de audiencias lo escuchaban integrantes de los organismos de derechos humanos, ex detenidos desaparecidos y familiares de las víctimas, algunos de ellos sobrevivientes de los secuestros en la iglesia de la Santa Cruz.
Astiz y los otros 17 imputados que actuaron en la ESMA están siendo juzgados por 85 hechos que configuran delitos de lesa humanidad, entre ellos los secuestros del periodista Rodolfo Walsh y del grupo de madres y familiares que se reunían en aquella iglesia y en el que Astiz se infiltró con la falsa identidad de Gustavo Niño, haciéndose pasar por el hermano de un desaparecido. La fiscalía y los querellantes pidieron para el ex capitán de la Armada la pena de prisión perpetua.
Como la causa ESMA fue reabierta después de que la Corte Suprema de Justicia declarara imprescriptibles los crímenes de lesa humanidad, Astiz dedicó gran parte de su exposición a cuestionar a sus integrantes.
“Esta Corte está subordinada al Poder Ejecutivo”, sostuvo el marino en esa dirección. Durante más de media hora cargó contra Carmen Argibay, Eugenio Zaffaroni y el titular del máximo tribunal, Ricardo Lorenzetti. Con la conocida línea argumental de la defensa de los represores, Astiz aseguró que el gobierno nacional maneja a la Corte y que “el Gobierno usa a la Justicia como un arma”.
El represor también habló sobre el reciente pedido de extradición que presentó Francia por el secuestro de las monjas francesas, tema sobre el que repitió varias veces que “los países exitosos” (sic) no extraditan a sus nacionales. En varias partes de su exposición se apoyó en la proyección de un punteo que pidió que proyectaran en la pantalla del tribunal a la manera de Power Point.
Ayer, algunos de los abogados de las querellas se mostraron molestos con el despliegue que hizo el represor. “Además de ser una provocación, lo de Astiz fue posible porque se lo permitieron. El presidente del tribunal desconoce cuál es la diferencia entre un alegato y las últimas palabras de un acusado. Me parece que lo peor es que se dejó faltar el respeto en más de una ocasión, sin llamarle la atención, como fue el momento en que le entregó un ejemplar de la Constitución Nacional”, opinó Rodolfo Yanzón. Para el abogado, el episodio dejó en claro que (el presidente del tribunal, Daniel) “Obligado no está en condiciones de dirigir estos juicios. Debió haberlo llamado a silencio y darle sólo dos minutos”.
El tribunal que preside el juez Daniel Obligado está integrado además por Germán Castelli y Ricardo Farías. Entre el miércoles y el viernes de la semana próxima será el turno de que hagan uso de la palabra los ex marinos Antonio Pernías y Jorge “Tigre” Acosta.
Este primer juicio oral en el que se condenarán a los represores de la ESMA se inició hace dos años y, si bien está por concluir, los acusados han probado todo tipo de recursos para demorar el dictado de la sentencia.
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