Desde Brasilia

“Con estas presiones para impedir que la presidenta Dilma ponga a funcionar la Comisión de la Verdad, los militares quieren hacer lo mismo que hicieron en Argentina con Alfonsín cuando le impusieron la Obediencia Debida, dicen que llegaron a amenazarlo con un revólver.”

Estamos en la embajada argentina en Brasil, Estela de Carlotto viene de una audiencia con la ministra de Derechos Humanos, Maria do Rosario Nunes, hostilizada a diario por los militares cabreros con la inminente comisión, y se prepara para disertar en el Aula Magna de la Universidad de Brasilia.

Los militares sublevados reivindican la Ley de Amnistía, promulgada en 1979 y refrendada en 2010 por el Supremo Tribunal Federal en colisión con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para la cual esa norma debe ser abolida y permitir la apertura de juicios.

Estela de Carlotto se rebela contra “estos golpistas en pijama (son militares retirados)... que desconocen la autoridad de Dilma, ella es la jefa de las Fuerzas Armadas y cuando un militar comete un delito o se insubordina, debe ser castigado, hay que quitarle las jinetas... Dilma va a saber resolver esto, ella no permitirá que se oculte la historia, ella conoce la historia, ella es valiente”.

“Yo creo que al final los militares no van a poder imponerse, esto lo digo a partir de la experiencia que hemos visto en los países latinoamericanos.”

“Después de la Comisión de la Verdad va a llegar la justicia, estoy segura, fíjense en Uruguay lo que pasó con Pepe Mujica, cuánto le costó poder abrir juicios, pero lo pudo hacer, a nosotros también nos pasó, estuvimos 20 años bajo la impunidad pero al final conquistamos la Justicia. Creo que acá inexorablemente va a haber justicia.”

En la media hora de entrevista la palabra más citada es “militancia”: la menciona cuando refiere a la “biografía de Dilma y su decisión clara de buscar la verdad y la justicia”, de una joven que luego de ser recuperada de sus captores hoy muestra un compromiso ‘admirable’ en su trabajo político en Argentina y en la labor realizada por los organismos de derechos humanos.

Su viaje a Brasilia es una forma de militar por el tardío esclarecimiento de lo ocurrido en los años de régimen militar menos investigado de la región.

“Hay una ideología de las Abuelas que piensa que no hay que quedarse sólo con lo que nos pasó en Argentina, sino ver qué más pasa afuera. Hay que salir del país. Nosotros no venimos a dar consejos a Brasil, las Abuelas amamos Brasil porque acá nos recibieron desde siempre, lo que queremos es ponernos a disposición de Brasil por si les sirve nuestra experiencia.”

La entrevista por momentos deja de serlo en el sentido técnico de la palabra, porque tres jóvenes diplomáticos se suman a la charla comentando iniciativas sobre derechos humanos impulsadas en Brasil y otros países.

Llueve, las superavenidas de Brasilia están abarrotadas por el 1,1 millón de autos en una ciudad de 2,5 millones de habitantes, y a Estela la esperan en la Universidad donde debería haber arribado hace media hora. Antes de darme la mano, concluye diciendo: “Es un hecho histórico estar en la embajada brasileña, siendo tan bien recibida”.

“Yo me asombro de cómo hemos cambiado los argentinos, vine a Brasilia en 2003 cuando asumió Lula, he ido a Italia, he ido a España, Francia, Sudáfrica, países escandinavos y siempre me alojo en las embajadas, es el reconocimiento de nuestra lucha y el recambio generacional de los embajadores.”