Viernes, 13 de abril de 2012 | Hoy
EL MUNDO › EL CONTROL IMPOSITIVO VIENE DE LA MANO DEL RECORTE EN EL REINO UNIDO
El ministro de Economía (y millonario), George Osborne, se escandalizó ante lo poco que pagan los ricos gracias a su ejército de expertos en evasión fiscal y anunció límites a las exenciones por donaciones filantrópicas.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
Con una economía maltrecha y en peligro de una segunda recesión en tres años, el debate impositivo se está poniendo al rojo vivo en el Reino Unido. El ministro de Economía, el conservador George Osborne, se escandalizó esta semana ante lo poco que pagan los ricos gracias a su ejército de expertos en evasión fiscal, y anunció límites a las exenciones por donaciones filantrópicas, una de las rutas de escape favoritas de los millonarios. Los ricos y las organizaciones caritativas que viven de la filantropía acusaron a la Coalición Conservadora-Liberal Demócrata de demagogia populista. En realidad, según el matutino The Guardian, la tormenta impositiva no se limita a los millonarios: la misma clase política está en el centro de la controversia.
Este miércoles, el matutino británico informó que el primer ministro David Cameron acordó con Osborne que los miembros más importantes del gabinete deberán publicar su declaración impositiva siguiendo el ejemplo la semana pasada del alcalde de Londres, Boris Johnson. El líder de la oposición laborista Ed Miliband no se ha quedado atrás en esta competencia de promesas, pero además está poniendo en el centro de su ofensiva política en la injusticia impositiva del programa de austeridad.
Uno de los flancos más débiles de la Coalición es el presupuesto anunciado a fines de marzo. Calificado por los medios de “impuesto a las abuelas” por el congelamiento de un beneficio impositivo jubilatorio, el presupuesto se convirtió en un espectacular gol en contra que dejó maltrecha la prédica gubernamental de que “todos estamos juntos” en el ajuste. La primera vez que la Coalición pudo contraatacar fue la semana pasada, cuando la candidata a la Alcaldía de Londres del Partido Verde, Jenny Jones, conminó en un debate televisivo con los otros candidatos a que todos publicaran su declaración impositiva.
El alcalde conservador fue el primero en hacerlo. El candidato laborista y dos veces ex alcalde, Ken Livingstone, dudó debido a que parte de sus ingresos por artículos periodísticos estaban registrados con una compañía que paga un impuesto corporativo más bajo que el de ingresos personales. La duda le costó varios puntos en la intención de voto. A pesar de que Johnson había declarado ingresos adicionales equivalentes a casi medio millón de dólares por una columna que escribe para el matutino conservador Daily Telegraph, su “transparencia” le valió el respaldo de un 53 por ciento del electorado contra 47 por ciento de apoyo al laborista.
Siguiendo el soplido del viento, el ministro de Economía anunció esta semana que combatiría la evasión fiscal con límites precisos a las exenciones impositivas filantrópicas. En un caso con resonancias del debate activado en Estados Unidos por el multimillonario Warren Buffet, quien calificó de absurdo un sistema que le permitía pagar menos impuestos que su secretaria, Osborne mostró tres casos anónimos de millonarios que pagaban al fisco un 10 por ciento de sus ingresos en el mejor de los casos. “I am really shocked”, dijo el ministro.
El “shock” de Osborne era cuanto menos ingenuo. La capital inglesa es considerada por los grupos que luchan contra la evasión fiscal a nivel nacional y global como uno de los más grandes paraísos fiscales del planeta. Imaginar que un ministro de Finanzas, que además es millonario, ignora los trucos de evasión fiscal, generó un sinfín de irónicas columnas periodísticas. “Pensar que hay gente que está usando virulentos mecanismos para evadir impuestos y terminan pagando la mitad que el resto de la sociedad. Increíble. ¿Quién hubiera podido imaginarse que se estuvieran haciendo este tipo de cosas?”, se burló el editor económico del The Guardian, Larry Elliot.
El “shock” de Osborne provocó también la ira de los filántropos. Richard Ross, un contador ex “Filántropo del Año” (existen esos premios, a no reírse), calificó de “perversa” la lógica del gobierno. “Es como usar un hacha para partir una nuez”, señaló a The Independent. El director de la Asociación de Organizaciones Caritativas y Voluntarias, Sir Stephen Bubb, indicó que la filantropía no debía ser parte de la estrategia de reducción del déficit fiscal. El laborismo aprovechó el paso en falso para atacar el concepto de Big Society que el primer ministro David Cameron ha impulsado en los últimos cinco años para desmantelar el Estado benefactor y reemplazarlo con la acción de la sociedad civil: la filantropía es la columna vertebral de esa “Gran Sociedad”.
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