Miércoles, 18 de abril de 2012 | Hoy
EL MUNDO › JACQUES CHEMINADE SE POSTULA A LA PRESIDENCIA DE FRANCIA
En su programa figura crear una nueva moneda, el “euro-franco politécnico”, reformar el sistema financiero y colonizar Marte y la Luna. Se inspira en las ideas conspiracionistas del economista Lyndon LaRouche.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Jacques Cheminade cita de buena gana al poeta francés Charles Baudelaire. El candidato “argentino” de la elección presidencial francesa se presenta por segunda vez a la conquista de lo imposible: en 1995 obtuvo 0,25 por ciento de los votos y ahora los sondeos le vaticinan un 0,5 por ciento. Pero está presente en la lista final de los 10 calificados, una hazaña que ni siquiera el ex primer ministro Dominique de Villepin pudo lograr, porque no logró reunir las 500 firmas necesarias para validar su candidatura. Cheminade sí. El candidato de Solidaridad y Progreso nació en Buenos Aires en 1941, entre 1963 y 1967 se graduó en Francia en la Alta Escuela de Comercio (HEC) y luego en la selecta Escuela Nacional de Administración, ENA. Cheminade es un OPNI, un Objeto Político No Identificado que defiende las teorías del político norteamericano Lyndon LaRouche y aboga por “el imperativo moral de colonizar la Luna y Marte”. A pesar de que aparezca como un marciano en una cena de monarcas, Cheminade goza del mismo tiempo que Nicolas Sarkozy y François Hollande en los espacios televisivos. Cheminade se arropa bajo “el placer aristocrático de no gustar”. No se puede decir que no gusta. Es más que eso. Jacques Cheminade es un perpetuo asombro, un interrogante al que los electores no le hallan respuesta, tanto más cuanto que sus acérrimos ataques contra el sistema financiero le han valido simpatías nuevas e instantáneas. La gente dice: “Tiene razón, pero es un tipo medio raro”.
Su programa combina el aprendizaje del canto en el jardín de infantes, la creación de una nueva moneda, el “eurofranco politécnico”, la reforma completa del sistema financiero, aumentar los impuestos a los más pudientes, combatir la evasión fiscal y la especulación. Su mensaje esencial consiste en promover una reestructuración completa de la economía mundial. Jacques Cheminade, que no se olvidó de su Argentina natal, se presenta como un hombre de anticipación. Según explicó cuando presentó su candidatura, él fue el único que “anunció la crisis financiera y monetaria”. Su carrera nada tiene de sobresaliente, a no ser esta aventura electoral que protagoniza a los 71 años. Trabajó en el Ministerio de Finanzas y en los años ’70 ocupó el puesto de agregado comercial de Francia en Estados Unidos. Allí conoció a su mentor, el político y economista Lyndon LaRouche. Este personaje norteamericano es toda una referencia de las ideologías complotistas. Según LaRouche, Gran Bretaña organizó el ascenso al poder de Hitler, Los Beatles son una emanación de los servicios secretos británicos, los atentados del 11 de septiembre de 2001 son el resultado de un plan urdido por la administración de George W. Bush y Barack Obama es un descendiente político de los nazis.
El español que habla Cheminade arrastra los ecos de ese Buenos Aires en donde vivió hasta los 18 años. Lo recuerda sin que lo apuren: su barrio, Belgrano, y las lecturas clásicas, Güiraldes, Martín Fierro, Borges, Roberto Arlt. Pero su maestro decisivo es Lyndon LaRouche. El portal del partido Solidaridad y Progreso ofrece una amplia muestra de esas influencias: el pensamiento y las ideas conspiracionistas de Lyndon LaRouche están por todas partes, sobre todo el encono histérico contra el imperio británico o el desarrollo de las ideas según las cuales el calentamiento de la Tierra y los desarreglos climáticos que la acompañan serían una suerte de “nuevo imperialismo medioambiental”, en suma, una patraña sin fundamento. La crisis le dio a Jacques Cheminade un espacio para que sus argumentos sean escuchados con más atención. Su partido protagoniza una fervorosa cruzada contra el capitalismo, los bancos, el “peligro financiero” y “la oligarquía depredadora que utiliza los mercados financieros para destruir la democracia y las repúblicas soberanas”. Cheminade plantea una suerte de cura cultural contra los males que nos acechan: “Estamos en guerra”, dice Cheminade, pero “los ciudadanos no se dan cuenta porque el campo de batalla donde se despliega esa guerra es su espíritu”. ¿La solución? “El arte y la cultura.”
El retrato que Jacques Cheminade hace del mundo está hecho con varios trazos: una mezcla de “revueltas” que no configuran un programa sino, más bien, un diagnóstico entre razonado y delirante de la realidad moderna. Cheminade dice estar perseguido por el sistema. En realidad, en la elección presidencial de 1995 la ley le cayó encima porque las cuentas de su campaña fueron consideradas no “aptas”. Desde entonces, no cesa de bombardear a sus enemigos: el mundo de las finanzas londinenses, Wall Street y una suerte de galaxia de organizaciones secretas que administran el mundo a escondidas. De ahí a anhelar que “Marte esté a un paso gracias a la fusión termonuclear” y a querer crear una estación espacial en torno “del Sol para recoger las partículas” hay un paso muy corto que el candidato llama “la utopía positiva”.
El hombre, a la vez enérgico y sereno, no retrocede ante nada, ni siquiera cuando lee la risa en los ojos azorados de sus interlocutores que lo escuchan demostrar cómo la fortuna de la familia real inglesa proviene del narcotráfico. A Jacques Cheminade también le cuelga la sospecha de ser el gurú de una secta disimulada en su partido político, Solidaridad y Progreso. No le gusta que le hagan esa pregunta. En 2005, una misión ministerial sobre la secta apuntó hacia el partido, al que definió así: “Bajo la apariencia de una ideología política anti Bush y con una alternativa a los movimientos políticos constituidos, el partido juega con la fibra comprometida e idealista de los estudiantes”. La democracia francesa parece tener lugar para mucho más de lo que se cree. Se diga lo que se diga de él, Jacques Cheminade se dio un lujo exorbitante: a sus 71 años ingresó en la selecta lista de los candidatos que disputan una elección presidencial en una de las potencias políticas y culturales más importantes del mundo. Entre Francia y Buenos Aires, entre broma y racionalidad, entre la Biblia y el calefón.
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