EL MUNDO
El científico creyente de la paz terminó en una verdadera guerra
El misterio del suicidio de David Kelly sigue dando que hablar. El microbiólogo habría dicho a sus allegados de la secta Bahaï sus dudas sobre el informe de armas del gobierno de Tony Blair.
El año pasado, el científico británico David Kelly le habría dicho a miembros de la secta Bahaï, a la que él pertenecía, que tenía dudas sobre la forma en que había sido interpretada la información del primer dossier del gobierno británico, que afirmaba que Irak tenía armas de destrucción masiva. La noticia llega después de que anteayer trascendiera que el ministro de Defensa británico, Geoff Hoon, almorzó con Kelly poco antes de la invasión a Irak. Hasta ahora, el gobierno aseguraba que Kelly era un funcionario de baja jerarquía con poco acceso a la inteligencia. Pero la polémica que estalló con el aparente suicidio del microbiólogo no termina ahí. Ayer, la cadena británica BBC acusó al gobierno de Tony Blair de querer destruir su independencia para vengarse por sus informes radiales, sobre la guerra de Irak. Pero pese a que atraviesa la peor crisis desde que asumió hace seis años, el primer ministro ya sueña con un tercer mandato.
En 1999 Kelly se unió a la secta Bahaï, una religión fundada en Persia en el siglo XIX, que promueve la paz mundial y la armonía entre razas y que en Gran Bretaña tiene más de 5000 seguidores. Según el diario británico The Observer, en una reunión en casa de su vecino Roger Kingdon, el científico dijo estar descontento por la forma en que se interpretó la información sobre el famoso dossier. “Kelly aprobaba el contenido de la información pero se sentía frustrado por la forma en que fue interpretado el informe. Pero no dijo por parte de quién”, indicó Kingdon, entrevistado por ese diario. El también pertenece a la secta. De hecho, en esa reunión celebrada el 5 de octubre del año pasado, participaron otros 30 seguidores del grupo religioso. Allí, Kelly dio una charla de 40 minutos sobre su trabajo como inspector de armas en Irak. Y terminó contestando una serie de preguntas sobre el dossier de inteligencia británico, que por entonces acababa de publicarse. Por esos días, los medios británicos informaban, guiados por el gobierno británico, que el dossier probaba que Irak podía desplegar armas nucleares en 45 minutos y que los iraquíes habían intentado comprar “cantidades significativas” de uranio en Africa.
Ocho meses después, el periodista de la BBC Andrew Gilligan escribía que el jefe de Comunicación de Blair, Alastair Campbell, presionó a los servicios secretos para que inflasen los informes que justificarían la guerra contra Irak. Su fuente anónima era Kelly, pero la emisora recién divulgó su nombre luego de que el 18 de julio pasado se encontrara el cadáver del microbiólogo. Dos días antes de su supuesto suicidio, Kelly había sido interrogado por el Parlamento británico sobre su rol en los informes de la BBC. Este admitió haberse entrevistado con Gilligan pero negó haber dicho que el dossier fue exagerado.
La investigación judicial sobre el aparente suicidio de Kelly empezará en pocos días. Pero ni el gobierno ni la BBC ceden un centímetro en su pulseada por el dossier en cuestión, que desencadenó la peor crisis del gobierno en muchos años. En una nota publicada ayer por el diario The Daily Telegraph, el presidente de la BBC, Gavyn Davies, atacó duramente al gobierno de Blair por amenazar la “integridad” de la cadena y someterla a “presiones intolerables” durante y después de la guerra. “Nos están castigando por tomar un punto de vista distinto del que tiene el gobierno”, escribió Davies. La ministra de Cultura, Tessa Howell, rechazó las acusaciones de Davies y dijo que el contrato con la emisora, que vence en 2006, podría ser revisado “radicalmente”. De todas formas, dijo que “se mantendrá la independencia” de la cadena. Pero algunos funcionarios comentan por lo bajo que el gobierno podría recortar los fondos de la cadena, hacer cambios en su directorio y crear un ente que la vigile. Para Davis, un organismo de este tipo “doblegaría” a la cadena pública fundada hace 80 años y que se enorgullece de “no ser la voz del Estado”. Pero el ministro Peter Hain aseguró ayer que se necesita un “nuevo pacto” entre el gobierno y los medios de comunicación. Sus declaraciones cayeron mal entre la oposición británica. “Lo que hace Hain es acusar al resto mientras ellaborismo sufre porque nadie les cree”, contraatacó el líder conservador, Iain Duncan Smith.
El Daily Telegraph también afirmó ayer que pese al escándalo que envuelve a su gobierno Blair ya piensa en un tercer mandato. Según este matutino, el premier habría comentado a unos amigos que quiere gobernar hasta el final de la década. Confía en reciclar su imagen una vez que renuncie Alastair Campbell, uno de sus más estrechos colaboradores y el arquitecto de la agresiva política mediática del primer ministro. Mientras vacaciona en Francia, en Londres todos esperan su inminente renuncia. Pero para el vicepresidente de los conservadores, David Davis, la dimisión de Campbell no cambiará las cosas. “El verdadero impulsor de la cultura de relaciones públicas de este gobierno es Tony Blair”, dijo.