EL MUNDO › EL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE SE REUNIO CON EL PAPA Y AUTORIDADES ITALIANAS

Obama y Francisco hablaron de inmigración

Los temas centrales del encuentro fueron las principales preocupaciones de Francisco: los pobres y la paz. Obama estuvo unos 50 minutos con Francisco en el Vaticano, un tiempo bastante excepcional para este tipo de encuentros.

 Por Elena Llorente

Desde Roma

Fue muy extraño ver ayer el centro de Roma, siempre atestado de turistas y de tráfico infernal, por momentos silencioso, casi desierto, con el solo rumor de los helicópteros que volaban sobre la ciudad ante la hipotética posibilidad de que algún terrorista planeara atentar contra el presidente de Estados Unidos. Barak Obama, en efecto, cumplía una visita oficial al Vaticano y a Italia que le llevó varias horas. Y pese a haber estado otras veces en la capital italiana, no quiso perder la oportunidad de hacer una visita privadísima al Coliseo, el máximo monumento de la Antigua Roma. Y se lo vio caminando entre las ruinas, entre los arcos del conocido también como “anfiteatro Flavio”, acompañado de una guía.

Fue una intensa jornada de reuniones para Obama, primero con el papa Francisco en el Vaticano y luego con las autoridades italianas. Con el Papa argentino parece haber tenido una gran comunicación. Hay quien recordó que el hecho de que ambos fueran hijos de familias de inmigrantes tal vez los había acercado. De hecho, el problema inmigratorio en Estados Unidos fue uno de los temas que trataron, aunque el presidente reconoció no haber podido lograr una nueva ley que regulara mejor este problema. América latina estuvo presente en el encuentro, salió a relucir, según contó Obama a la prensa –aunque el comunicado vaticano no hizo referencia al asunto–, pero de manera muy general. Temas centrales del encuentro fueron las principales preocupaciones de Francisco: los pobres y la paz.

Obama estuvo unos 50 minutos con Francisco en el Vaticano, un tiempo bastante excepcional para este tipo de encuentros. “Mi jornada empezó con el gran honor de encontrar a Su Santidad, el papa Francisco –dijo Obama luego en una rueda de prensa–. Como miles de personas en el mundo me he sentido conmovido por su compasión, por su mensaje de inclusión. Estoy agradecido por haber podido hablar con él sobre las responsabilidades que todos nosotros tenemos de ocuparnos de los más pobres, de los últimos. Me sentí muy conmovido por lo que él dijo sobre que todos tenemos una responsabilidad moral respecto de los problemas mundiales y que no tenemos que pensar solo en nuestros intereses.” Y agregó que hablaron de varios temas, pero uno principal: “De los pobres, los marginados, los que no tienen oportunidad, de la desigualdad que crece. Nosotros, políticos, tenemos el deber de encontrar políticas para enfrentar estos problemas. Pero Su Santidad tiene la cualidad de abrir los ojos de la gente, de manera que vean que esto es un problema. El lo ha dicho otras veces. El peligro, cuando se trata de ayudar a alguien que está en peores condiciones que nosotros, es la indiferencia”. También hablaron, contó además Obama a los periodistas, de “los desafíos, de cómo es difícil mantener la paz en el mundo. Nos concentramos sobre todo en Medio Oriente, donde Su Santidad tiene particular interés. El conflicto palestino-israelí en Siria, Líbano, en la persecución de los cristianos”.

El presidente democrático indicó, por otra parte, que también habían hablado sobre América latina, “donde se han hecho muchos progresos en varios países y menos en otros”, dijo sin precisar a cuáles se refería. “El tema que nos ha unido es la convicción de que en la política y en la vida es fundamental la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de quererlo aun cuando no se parezca a nosotros o no hable el mismo idioma, aunque no comparta la misma filosofía.” Porque “la falta de empatía facilita las guerras”, subrayó. “Lo que ha creado tanto amor hacia el Papa, tanto entusiasmo, es que él parece vivir todo esto, demuestra esto cotidianamente”, añadió. Y en cuanto al tema inmigratorio en Estados Unidos, aclaró que “él viene de América latina, por lo cual sabe muy bien las dificultades enormes de los inmigrantes, que son personas hermosas, que trabajan mucho. Muchos de sus hijos son ciudadanos estadounidenses y, sin embargo, algunos viven todavía en la sombra o han sido deportados”.

En una entrevista publicada ayer por el diario Corriere della Sera, Obama había dicho además sobre este asunto que “la globalización y el desarrollo del comercio han contribuido en pocas décadas a quitar de la pobreza a centenares de millones de personas, pero el Papa tiene razón cuando dice que estos progresos no han alcanzado un número suficiente de seres humanos y que mucha gente queda rezagada”. Y agregó que una de las cosas que más admira “del Santo Padre es el coraje de hablar sin pelos en la lengua sobre los mayores desafíos económicos y sociales de nuestro tiempo”.

En cuanto a los temas que trataron en los 50 minutos de coloquio privado, un comunicado vaticano habló de una “atmósfera de cordialidad”, en la que se intercambiaron puntos de vista “sobre algunos temas concernientes a la actualidad internacional y se ha manifestado el deseo de que en las zonas de conflicto se respeten el derecho humanitario y el derecho internacional y se llegue a una solución negociada entre las partes interesadas”. En el contexto de las relaciones bilaterales y de la colaboración entre la Iglesia y el Estado, agregó el comunicado vaticano, “se han tratado cuestiones de relieve especial para la Iglesia en ese país, como el ejercicio de los derechos a la libertad religiosa, el derecho a la vida y a la objeción de conciencia, y también se ha hablado de la reforma en materia de emigración” y de un “compromiso común para la erradicación de la trata de seres humanos en el mundo”.

Cuando se lo vio bajar del auto en el patio de San Damaso, dentro del Vaticano –la numerosa comitiva ocupaba unos 30 automóviles, algunos con personas armadas hasta con ametralladoras–, de traje azul, camisa blanca y corbata celeste, Obama se veía relajado. Pero poco después se lo vio casi inhibido por el rígido protocolo vaticano que lo obligaba a caminar muy lentamente –él que siempre anda con apuro– detrás de un grupo de personajes, parte del protocolo, atravesando varias salas renacentistas hasta llegar a la biblioteca privada, donde el pontífice lo esperaba. El secretario del Papa y prefecto de la Casa Pontificia, monseñor George Gaenswein, lo acompañó en ese recorrido. Pero la sonrisa le volvió a los labios –y el Papa también se largó a reír– después del encuentro privado, sobre todo cuando se entregaron los regalos y una caja abierta con medallas del pontificado, que el Papa le iba a regalar, insistió en cerrarse dos veces, dejando caer las dos veces las medallas al suelo. Obama le regaló al Papa una caja de cuero con semillas de fruta y verdura de la huerta de la Casa Blanca, una idea –la de la huerta– que impulsó Michelle Obama desde el principio del gobierno de su marido. Obama invitó al Papa a Estados Unidos. “Si tiene la posibilidad de ir, le mostraremos la huerta de la Casa Blanca”, le dijo. A lo que el pontífice contestó “¡Como no!”.

Por lo visto, el encuentro con el Papa argentino era la parte más importante del viaje de Obama a Italia, un personaje muy valorado en Estados Unidos. Según una encuesta realizada por la empresa Gallup difundida ayer, tres de cada cuatro estadounidenses aprecia al pontífice. Dicho de otra manera, el 76 por ciento de los norteamericanos entrevistados dijeron tener una opinión favorable sobre el Papa argentino. El papa Benedicto había conseguido el 63 por ciento de popularidad entre los norteamericanos en 2008, que luego se derrumbó al 50 por ciento. Alguna prensa crítica de Estados Unidos dijo sin embargo que Obama quiso beneficiarse de este cara a cara con Bergoglio y aprovechar el llamado “efecto aureola” que lo beneficiaría en el ambiente de los millones de inmigrantes latinoamericanos que votan en Estados Unidos, sobre todo en vistas de las elecciones de medio término (renovación parcial del Parlamento) de noviembre.

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Obama y Francisco sonríen durante su encuentro de cincuenta minutos en el Vaticano.
Imagen: EFE
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