EL MUNDO › “BAD BOYS II”, CON MARTIN LAWRENCE Y WILL SMITH
La épica de lo insustancial
Por M. P.
Primero llueven autos y después llueven cadáveres. Lejos de andar con tenedor cuando llueve sopa, a los chicos malos ambas lluvias los encuentran al volante. Cuando los autos les caen encima desde el inmenso transporte de coches al que persiguen apenas comenzado el film, simplemente los esquivan. Y cuando, en un alarde de imaginación, la ambulancia a la que también persiguen comienza a perder sus cadáveres en cada curva, no hacen más que pasarles por encima. Sin sutilezas y sin necesidad de abrazar ninguna verosimilitud, Bad Boys II es una épica de lo insustancial que dura casi dos horas y media sólo para alcanzar niveles de incoherencia pocas veces vistos en una película de acción.
Su responsable es Michael Bay, un director –avalado por el productor Jerry Bruckheimer, el mismo de Top Gun y Pearl Harbor– al que le gusta que sus imágenes brillen como una mesa bien servida así se ven mejor las explosiones y al que no le preocupan cosas tales como la narración cinematográfica o la coherencia argumental. Un egresado de los clips y las publicidades cinco años atrás con la primera Bad Boys (1995), para Bay parece ser mucho más importante la serpentina que la fiesta, tal como lo demostró en películas como La roca, Armaggedon y ese descomunal fracaso llamado Pearl Harbor. En todas ellas acumula escenas de acción, diálogos irónicos y una palpable desidia hacia el desarrollo de la historia que cuenta, algo que en Bad Boys II termina siendo sorprendente incluso para su propio standard.
Como si se tratase de una droga, el método Bay-Bruckheimer es ir de dosis en dosis de acción descontrolada, para que el espectador no tenga tiempo de preocuparse por todo lo demás. La historia de Bad Boys II es la de dos policías capaces de destruir media ciudad de Miami en cada una de sus jornadas de trabajo, persiguiendo a un zar cubano de las pastillas de éxtasis (Jordi Mollá), aparentemente apasionado por los cadáveres y las mutilaciones. Más allá de la evidente química entre sus dos protagonistas (Martin Lawrence y Will Smith) y de la eficacia de algunas de sus escenas más espectaculares e inverosímiles, Bad Boys II es un incoherente tobogán de acción políticamente incorrecta que terminará depositando a sus protagonistas en Cuba, donde harán lo mismo que en Miami. O sea: disparar sin cesar y destruir todo lo que se les ponga por delante, sean mansiones espectaculares o una villa miseria (llena de narcotraficantes, por supuesto). Pero esta vez con el apoyo de la CIA. Algo así como el colmo de la pavada del paupérrimo cine de acción contemporáneo made in Hollywood.