Lunes, 1 de junio de 2015 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA A LA SOCIóLOGA FRANCESA MARYSE ESTERLE, DE LA UNIVERSIDAD DE ARTOIS
Esterle desmenuza múltiples factores sociales interconectados: los valores republicanos con la discriminación y exclusión de jóvenes de los suburbios y los jóvenes profesionales de clase media que se van a combatir a Siria.
Por Mercedes López San Miguel
El gobierno de Francia impulsa un proyecto de seguridad en el que todo ciudadano es pasible de ser espiado al estilo Acta Patriota norteamericana, resolución creada por Bush en respuesta a los ataques contra las Torres Gemelas en el 2001. La nueva ley prevé la vigilancia masiva de comunicaciones por celulares y computadoras, afectando el derecho a la privacidad y convirtiendo a todo el mundo en virtual sospechoso. El ataque a la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, en enero pasado, puso en evidencia fallas de coordinación y prevención de los servicios de seguridad. Para entender el trasfondo del atentado, la socióloga francesa Maryse Esterle desmenuza múltiples factores sociales interconectados, donde se cruzan los valores de la república francesa con una situación de discriminación y exclusión de jóvenes de los suburbios, y el fenómeno de los jóvenes profesionales de clase media que se van a combatir a Siria. La profesora honoraria en la Universidad de Artois dialogó con Página/12 en su visita a Buenos Aires, a donde vino a dar conferencias.
Esterle es autora del libro La pandilla, el riesgo y el accidente, donde estudió a jóvenes entre 18 y 25 años de París con tendencia a la delinquir o cometer accidentes de tránsito. Fue un trabajo de campo en los años noventa, cuando ya planteó una problemática que sigue vigente. Desde el 2000 Esterle se desempeñó como docente e investigadora en el instituto universitario de formación de maestros. Hace doce años escribió el artículo “Cómo se reconoce a un alumno musulmán”, a partir de ver que en el colegio se les daba de comer pescado a niños que por su apariencia se creía que eran musulmanes y los demás comían cerdo. “Si se le atribuye a un niño una religión, él va a levantar esa bandera. Planteé que debíamos ser más prudentes y no calificar a una persona con una supuesta pertenencia religiosa por el color de la piel o por tener un apellido árabe”, afirma la profesora.
Esterle investiga las raíces de lo que sucedió con el ataque llevado a cabo por los hermanos Cherif y Saïd Kouachi, de 34 y 32 años. Ambos tenían nacionalidad francesa y contaban con un prontuario por terrorismo jihadista. Cree que el fuerte descontento que viven los jóvenes de la periferia de París es sólo la punta del iceberg. “Es evidente que la situación socioeconómica de una capa más desfavorecida de la juventud, que proviene de abuelos o padres de origen magrebí, que no tiene trabajo, es un terreno fértil que permite que crezca en ellos la desesperanza. Es un segmento muy discriminado en el ámbito del trabajo y del ocio.” Para la experta, éste es un primer grupo minoritario de jóvenes atraídos por la propaganda del Estado Islámico. “Encuentran en el Estado Islámico una promesa de revancha social, de reconocimiento, la posibilidad de pertenecer a un grupo guerrero con ideología de dominación, ultraviril, que les promete llegar al paraíso al morir como mártires.”
Francia quedó en estado de perplejidad por el ataque a los dibujantes y periodistas de Charlie, seguido por una toma de rehenes en un supermercado kosher al día siguiente, una secuencia que interrumpió la tranquilidad parisina habitual. “No vivimos en dictadura, a los periodistas no los matan, hay libertad de expresión”, destaca la socióloga francesa y agrega otro dato: la estigmatización de los jóvenes de origen magrebí se acentuó por el contexto internacional y pasaron a ser sospechosos de terrorismo.
Pero existe una realidad de pobreza y falta de integración social. “Cada vez que en Francia tenemos un problema queremos que se respeten los valores de libertad, igualdad y fraternidad. Desde de mi punto de vista, debemos hablar de la discriminación, pobreza, problemas en la escuela, en las cárceles –donde hay hacinamiento–, en lugar de poner los valores de la república”, afirma Esterle.
En el 2006 Charlie Hebdo reprodujo unas viñetas del profeta Mahoma que habían sido publicadas por un periódico danés. “Los que se sienten excluidos se enojan de que se rían de ellos. Estos factores se entrecruzan y llevan a una situación explosiva.”
El otro grupo de jóvenes que se sienten atraídos por los jihadistas proviene de la clase media, sin vínculos previos con la religión musulmana y sin origen extranjero. “Hay jóvenes de familias ateas o protestantes que han hecho carreras universitarias y que lo han dejado todo para ir a Siria a combatir con el Estado Islámico. Un perfil que no corresponde al de los agresores de Charlie.”
En Francia hay cinco millones de musulmanes, medio millón de judíos, y un movimiento de ultraderecha en ascenso. Los atentados ¿cuánto impactan en el crecimiento de los ultraconservadores? “Impacto tiene, más aún cuando no se plantean los problemas realmente. Después de los atentados pensaba que algunos barrios habitados por inmigrantes magrebíes iban a ser amenazados o atacados. Y no sucedió. Todavía las instituciones funcionan y las personas mantienen su autocontrol.”
Ante la aprobación de una ley que apunta al control generalizado del contenido de los mensajes de mails y de celulares, sin necesidad de autorización judicial, la socióloga cree que plantea un problema adicional: a quién le va a servir esta masa de datos y, sobre todo, quién los va a examinar. “Se necesitan agentes más formados, capaces de hacer indagaciones que serían mucho más útiles que millones de datos poco utilizables.”
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