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Bolivia ayer y hoy
Por Manuel Justo Gaggero*
La renuncia del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Losada abre para el país del altiplano posibilidades interesantes si el ungido en su reemplazo cumple con lo prometido y no repite una historia ya reiterada en esa nación. Bolivia tiene cerca de 10 millones de habitantes. El 53 por ciento de su población es quechua o aymara, descendientes de aquellos que construyeron el gran imperio sudamericano de los incas. Hay casi 22 por ciento de cholos y mestizos y una minoría de origen europeo que constituye, desde la conquista, la clase dominante.
La “Rosca”, una alianza de propietarios mineros (Patiño, Aramayo y Hochschild) políticos y generales de extracción oligárquica, manejó la vida republicana moderna de este país hasta 1952. En ese año se produce una gran insurrección popular de campesinos y mineros que derroca al gobierno oligárquico y destruye, por primera vez en la historia de nuestro continente, al ejército regular.
El proceso revolucionario lleva al gobierno a Víctor Paz Estensoro y Hernán Siles Suazo, dirigentes máximos del Movimiento Nacionalista Revolucionario que lideró el proceso de cambio. Se nacionalizaron las minas de estaño, se decretó la Reforma Agraria y se estableció el voto universal. Esta revolución incomprendida por la izquierda en la Argentina y acusada de “mussoliniana”, fue debilitada por el imperialismo y finalmente traicionada por sus dirigentes.
Ernesto “Che” Guevara llegó a Bolivia en los días posteriores al triunfo revolucionario y quedó impactado por la fuerza y el coraje del pueblo boliviano, advirtiendo, además, algunos comportamientos inexplicables de los dirigentes. Así, le llamó la atención que en la puerta de la Casa de Gobierno de La Paz un integrante de la nueva fuerza militar rociaba con insecticida a los mineros y campesinos que pedían entrevistas con las nuevas autoridades para evitar la “propagación de insectos” –pulgas y piojos– de los que supuestamente eran portadores quienes habían combatido en las calles y carreteras en contra de la oligarquía. Esta “revolución del insecticida”, como la llamó el Che, no tuvo mucha vida y pronto fue una nueva frustración.
Desde 1964 en adelante la nación andina fue víctima de diferentes gobiernos militares que acentuaron la dependencia y la miseria. Recién en 1970 triunfa un sector antiimperialista y progresista del ejército y asume la presidencia el general Torres, luego depuesto y asesinado en Buenos Aires en 1976. Desde mediados de los ‘70 hasta Sánchez de Losada todos los gobernantes aceptaron las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional e impusieron el modelo neoliberal, acentuando el hambre y la miseria. Bolivia exhibe uno de los más altos porcentajes en el continente de mortandad infantil, analfabetismo y desocupación. Con Carlos Mesa se abre una nueva posibilidad. Esperemos que no sea una frustración como la del año 1952. El pueblo boliviano merece un mejor destino.
* Abogado, director de la revista Diciembre 20.