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El adiós a las armas de Bush

Después de ocho meses de búsqueda infructuosa, el presidente norteamericano George W. Bush se está lavando efectivamente las manos de la “caza” de las armas de destrucción masiva en cuyo nombre lanzó en marzo la guerra en Irak junto a su aliado británico. El controvertido consejero de la CIA, David Kay, jefe en la búsqueda de esas armas por parte de Washington, está a punto de renunciar a su puesto, según se supo ayer. La abrupta partida de uno de los hombres más convencidos de que Saddam poseía armas llega en un momento particularmente vergonzoso para el premier británico, Tony Blair. Esta semana Blair sostuvo que Kay había dado a conocer una “amplia evidencia” sobre un sistema de laboratorios clandestinos en Irak, en donde se podían desarrollar armas de destrucción masiva. Cuando la prensa esta semana presionó a Bush para que explicara su argumentación sobre las armas de Saddam –como máximo se hallaron pruebas fragmentadas de programas de desarrollo– el presidente norteamericano respondió: “¿Cuál es la diferencia?”. Como transportado en el tiempo, declaró a la cadena ABC que “si Saddam adquiriera armas, estaría en peligro”.

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