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Los principales partidos de oposición en Brasil formalizaron ayer su unión en un bloque, en momentos en que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva enfrenta una crisis política generada por denuncias de corrupción y de parálisis administrativa y por el estancamiento económico. Denunciaron una “crisis de autoridad” y formaron un “frente por la ética y el empleo”, dos puntos sensibles para Lula.
Por su parte, la cúpula del gobierno se reunió con líderes de los partidos aliados para reorganizar al oficialismo en el Congreso, evitar nuevas críticas a la política económica y mejorar las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. La reunión sirvió para “desatar los nudos” entre fuerzas oficialistas, dijo Renato Casagrande, del Partido Socialista Brasileño (PSB). Pero el verdadero nudo gordiano es la tasa de desempleo, que se encuentra en un 12 por ciento. Y el diario O Estado de Sao Paulo planteó en su editorial al presidente Luiz Inácio Lula da Silva la siguiente disyuntiva: “Si no despide a su primer ministro José Dirceu, el desmoronamiento de su gobierno será sólo una cuestión de tiempo”.