EL MUNDO › UNA DELEGACION IRANI LLEGO A IRAK
POR LA CRISIS CHIITA. EE.UU NEGO HABERLA PEDIDO
El arma de los secuestros apuntó a Italia
Los insurgentes de Irak ejecutaron a uno de los cuatro rehenes italianos y amenazaron con matar a los otros si Berlusconi no retira sus tropas. Irán envió una misión para mediar con el líder radical de los chiítas, quien retrocedió en sus planes.
Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Uno de los rehenes italianos en Irak, Fabrizio Quattrocchi, fue ejecutado, mientras otros tres están bajo amenaza de muerte. Los secuestrados piden el retiro de las tropas de Italia (ver recuadro). En esta ola de secuestros de los rebeldes, otros dos japoneses fueron capturados. En este marco, las divisiones internas del liderazgo estadounidense en Bagdad vienen a entorpecer las negociaciones para finalizar la disputa entre el líder clerical radical Muqtada al Sadr –que ha encabezado las revueltas de los últimos días– y las 2500 tropas norteamericanas que lo rodean. Al Sadr parece querer terminar con la crisis y le ha solicitado a la principal autoridad religiosa chiíta, la Marjaiya, que negocie los términos con el Consejo Gobernante Iraquí. El ministro iraní de Exteriores, Kamal Jarrazi, aseguró que Estados Unidos había pedido oficialmente la intervención de Irán para interceder ante el líder radical chiíta para sofocar la revuelta, lo cual fue negado por el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Richard Boucher. De todos modos, la delegación de la Cancillería iraní llegó ayer a Bagdad.
Irán, bastión del chiísmo, y Estados Unidos no mantienen relaciones diplomáticas desde la revolución “jomeinista” de 1979. Tras el 11-S, el presidente estadounidense, George W. Bush, incluyó a Irán en el llamado “eje del mal” de países que EE.UU. considera que promueven el terrorismo internacional, junto al Irak de Saddam Hussein y a Corea del Norte. Sadr, quien se ha refugiado con sus milicianos en la ciudad santa de Najaf, al sur de Irak, ha renunciado a todas sus condiciones para mantener conversaciones con los Estados Unidos. Previamente, había demandado que los soldados norteamericanos dejaran Najaf, liberaran a sus seguidores arrestados y finalizaran el sitio sobre Faluja. “Es muy difícil saber quién está tomando las decisiones del lado norteamericano”, dijo el Dr. Hussain al Shahristani, una influyente figura chiíta, en una entrevista con este diario. “(Paul) Bremer (el oficial civil en jefe estadounidense) dice una cosa y el ejército norteamericano dice otra.”
A principios de esta semana los negociadores convencieron a Sadr para que retirara a su ejército Mahdi de milicianos de las comisarías en Najaf para enterarse pocas horas después de que el ejército norteamericano había anunciado su intención de matar o capturar a los jóvenes clérigos. Diplomáticos extranjeros, funcionarios de la Autoridad Provisional de la Coalición y políticos iraquíes también dicen que Bremer, a pesar de que fue él quien buscó la confrontación con Sadr al cerrar su periódico, tiene muy poca influencia sobre las decisiones del ejército norteamericano.
El Dr. Shahristani, encarcelado por muchos años por Saddam Hussein hasta que escapó durante el levantamiento chiíta de 1991, dijo que era poco probable que hubiera combates en Kerbala, donde las fuerzas de Al Sadr son más débiles. Pero en Najaf, sus milicianos controlan el santuario de Imán Ali con su cúpula de oro en el centro de la ciudad. Estimó que “alrededor de 15 por ciento de los chiítas iraquíes apoya a Muqtada y que la misma proporción siente intenso disgusto hacia él. La mayoría no acepta sus métodos, pero cree que ha sido tratado injustamente por los EE.UU. cuando cerraron su periódico y arrestaron o dispararon a sus seguidores”. Entretanto, los marines norteamericanos intentan someter a la ciudad de Faluja, al oeste de Bagdad, aparentemente sin tener en cuenta las bajas civiles. Los médicos en el hospital local estiman que hay más de 600 civiles muertos y 1200 heridos, muchos de ellos mujeres y niños. Los políticos iraquíes creen que Bremer sabe que el asedio está provocando una reacción violenta contra la ocupación, pero no puede refrenar el ejército norteamericano. La profundidad de la crisis que enfrenta Estados Unidos en Irak quedó expuesta ayer cuando las fuerzas norteamericanas dijeron que habían perdido a 87 soldados y 560 fueron heridos en las últimas dos semanas. Este saldo excede por mucho el número de bajas norteamericanas en las dos primeras semanas de la guerra el año pasado. El Departamento de Defensa anunció ayer que, según el Pentágono, desde el comienzo de la invasión, en marzo del año pasado, han muerto 688 soldados estadounidenses en Irak. Ayer fue liberado, según las cadenas de televisión árabes, el único periodista francés secuestrado hasta la fecha –Alexandre Jordanov– mientras otros cuarenta rehenes seguían retenidos, a los que hay que sumar otros dos ciudadanos japoneses, entre ellos un periodista, secuestrados ayer.
Los secuestradores amenazan con “matar a los tres restantes rehenes, uno tras otro si no se tienen en cuenta sus exigencias”.
Los comandantes del ejército estadounidense, según sus declaraciones, parecen tener poca comprensión del costo político de sus acciones de este mes. El general Richard Myers, jefe del Estado Mayor, dijo ayer en Kuwait que “las actividades recientes de Al Sadr lo han marginado aún más y está en una posición muy débil”. Muchos observadores chiítas están en desacuerdo y dicen que la persecución norteamericana a Sadr, anteriormente visto como un rebelde, le ha dado una reputación de mártir entre los chiítas y que es mucho más popular de lo que era antes.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.