EL MUNDO › ARRECIAN LAS REVELACIONES ESCANDALOSAS SOBRE BUSH
Todos los libros de George W.
Por José Manuel Calvo *
Desde Washington
George W. Bush está rodeado. Rodeado de libros en los que es, a su pesar, protagonista, y que hablan del calendario de la guerra en Irak, de los meses anteriores al 11-S, de los trapos sucios en la Oficina Oval o de su estrechísima relación con los príncipes sauditas. Igual que en el otoño del 2003, crecieron como champiñones los libros satíricos contra el ocupante de la Casa Blanca, en esta primavera florecen las obras políticas en las que se cuestionan sus decisiones más importantes de los últimos tres años y se dibuja un retrato poco tranquilizador del hombre más poderoso del mundo. Pero esto no se refleja en las encuestas: un sondeo divulgado ayer por el Pew Research Center le da a Bush una popularidad del 48 por ciento, una suba de cinco puntos respecto de la última compulsa del mismo centro independiente, divulgada en abril.
Los libros han sustituido a las noticias, porque son los que hacen las noticias: una cuidadosa planificación que incluye filtraciones, avances, publicación de capítulos en la prensa y apariciones de los autores en programas estelares de televisión ponen al tema y al autor en el centro de la actualidad. El fenómeno, combinado con un calendario como el actual –crisis de Irak, investigación del 11 de septiembre–, multiplica la repercusión de las obras, y sus ventas. El “best-seller” político es más un gran reportaje o revelación sensacional que los tradicionales análisis o interpretaciones que antes distinguían a los libros de los medios de comunicación. La madre de todos los libros se anuncia para el verano, aunque en este caso Bush no estará tan en el centro de la tormenta, porque se trata de las memorias de Bill Clinton. Esta semana sale el penúltimo libro polémico, La política de la verdad: memorias de un diplomático, de Joseph Wilson, el hombre que fue a Níger en 2002 para ver si era verdad que Saddam había intentado comprar allí uranio enriquecido. Su informe fue muy claro: no. La respuesta disgustó a los que buscaban pruebas de los intentos del régimen iraquí de reconstruir sus programas de armas. No gustó tampoco que Wilson, tras comprobar que su informe no valía para nada, alzara la voz para contarlo. La represalia fue feroz: alguien, desde la Casa Blanca, filtró que su mujer, Valerie Plume, era una agente de la CIA. Wilson promete contar la identidad de la persona o personas responsables de la filtración. El nombre del asesor político de Bush, Karl Rove, nunca ha estado muy lejos de esta historia.
Hasta ahora, los dos libros más calientes de la temporada son el de Bob Woodward y el de Richard Clarke. En Plan de ataque, el periodista que investigó el Watergate revela que Bush encargó la actualización de los planes sobre Irak a Donald Rumsfeld, secretario de Defensa, dieciséis meses antes de la guerra, y que el general Franks, responsable del Mando Central, y entonces en plena guerra de Afganistán, reaccionó con cierta dureza: “¿De qué carajo están hablando?” A partir de 75 entrevistas –on the record solamente con Bush y Rumsfeld– y acceso a numerosos documentos, Plan de ataque afirma que el secretario de Estado, Colin Powell –del que se dice que ha sido la “garganta profunda” de Woodward–, tiene una difícil relación con el vicepresidente, Dick Cheney, y asegura que el embajador saudita en Washington se enteró de los planes antes que la consejera de Seguridad, Condoleezza Rice.
Precisamente de la trama texano-saudita habla La casa de Bush, la casa de Saud: la relación secreta entre las dos dinastías más poderosas del mundo, de Craig Hunger. Sobre un tema ya conocido, Hunger, también periodista, asegura que la política de EE.UU. hacia Arabia Saudita está modelada por los intereses financieros del clan Bush. Contra todos los enemigos, del ex coordinador antiterrorista Richard Clarke, es el primero en la lista de los más vendidos (diez ediciones, 750.000 ejemplares en la calle). Ya en su primer capítulo –cinematográfico– sobre el 11-S en la Casa Blanca el libro reproduce la voz de Bush: “Miren a ver si ha sido Saddam”. “Pero, presidente, ha sido Al Qaida”, le dijo Clarke. “Ya lo sé,ya lo sé, pero... miren si Saddam estaba involucrado. Simplemente eso. Quiero conocer cada detalle.”
Otro volumen complicado para el presidente es El precio de la lealtad, de Ron Suskind, las quejas sobre Bush y su gobierno vistas desde dentro por su primer secretario del Tesoro, Paul O’Neill. Como en el caso de Clarke, el daño viene de que se trata de protagonistas del círculo interior –aunque no íntimo– del poder. En la línea de retrato familiar, hay que destacar Dinastía americana, de Kevin Phillips, con este significativo subtítulo: “Aristocracia, fortuna y política de engaño en la casa de los Bush”. Phillips, republicano, se confiesa “consternado y desilusionado” al concluir que los Bush ofrecen un “inusual y poco halagador retrato de una gran familia, grande en poder, no en moralidad” y dice que “los dos presidentes Bush se han abierto paso por escándalos políticos, económicos y militares que, en otro clima o en otro momento podrían haberles llevado a la destitución”. “Cuatro generaciones han creado en los Bush hambre de poder y prácticas de capitalismo amiguista, junto con una arrogancia moral y un desprecio íntimo de las tradiciones democráticas y republicanas del gobierno de EE.UU.”
En la misma onda, Peter y Rochelle Schweizer acaban de publicar Los Bush: retrato de una dinastía, un intento de explicación psicológica de las relaciones entre Bush padre e hijo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.