EL MUNDO › ACUSAN AL EX PRESIDENTE DE ENRON DE 11 CARGOS
La cara visible del fraude
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Kenneth Lay, amigo de dos presidentes y fundador de la séptima mayor corporación de Estados Unidos, ayer fue paseado esposado, camino al tribunal federal en Houston, para ser formalmente acusado de encabezar el fraude más espectacular en la historia moderna empresarial de Estados Unidos. Hace sólo tres años, Ken Lay era presidente de Enron, el jefe sabio y impecablemente conectado de lo que se creía era una de las empresas más eficientemente dirigidas del país. Salvo por un grupo de altos ejecutivos y su auditor Arthur Andersen, nadie hubiera imaginado que Enron entraría en una bancarrota por 67.000 millones de dólares que terminaría por simbolizar una era de chicanería y avaricia empresaria. En el curso de 2002, otras empresas, Tyco, WorldCom y Adelphia, caerían en desgracia. Ninguna, sin embargo, con el impacto de Enron.
La empresa que Lay había creado en 1985 era la corporización del conglomerado del siglo XXI. Sin embargo, Enron era un edificio construido sobre el fraude. Su colapso destruyó los ahorros de toda una vida de miles de sus empleados, derrocó al venerable Arthur Andersen y sacudió la credibilidad de los mercados financieros de Estados Unidos hasta sus bases. Y durante un tiempo, la sombra cayó sobre la misma Casa Blanca.
Lay era amigo y benefactor de ambos Bush. Durante los años la empresa contribuyó con 600.000 dólares a varias campañas de George W. Bush y los jets de Enron trajeron y llevaron al equipo de Bush en Florida durante la peleada elección de 2000. Ayer, el proceso de acusación de 11 puntos fue formalmente abierto, acusando a Lay de fraude y comercio interno. Según la acusación, Lay ocultó 7000 millones de dólares de la deuda de Enron, dando así una falsa imagen de la empresa tanto a los inversores como a sus propios empleados. Si es hallado culpable, se enfrenta a 30 años de prisión. Los abogados defensores aducirán que cuando cayó Enron, Lay no era un ejecutivo sino un presidente cuyos deberes eran meramente ceremoniales, la cara externa de Enron. Por lo tanto, no tenía idea de lo que sucedía con su contabilidad. Esa misma será la defensa de Jeffery Skilling, el gerente general de Enron hasta su renuncia en agosto de 2001.
Las 11 acusaciones contra Lay se añadieron a anteriores acusaciones contra Skilling y otro ejecutivo de Enron, Rick Causey. Los expertos creen que el caso contra Lay es el más débil de los tres. Pero ni los abogados de Lay pueden discutir que entre agosto de 2001 y la bancarrota en diciembre de 2001, su cliente era jefe ejecutivo además de presidente. Además, el hombre retratado como un ignorante era en realidad un hábil empresario que había fundado a Enron y la había expandido. Tanto sabía que a menudo era consultado por el vicepresidente Dich Cheney. Por otro lado, la ignorancia no es una excusa. El deber de Lay era proteger los intereses de sus accionistas. Aunque escape al castigo legal, la vida de Lay está en ruinas. Su empresa también. En cuanto a sus acreedores, recibirán 20 centavos por dólar si tienen suerte. Tal es el fin del Enron de Ken Lay, emblema de una era que la economía estadounidense querrá olvidar, pero que la historia no lo hará.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.