EL MUNDO
El último símbolo del franquismo fue sacado de las calles de Madrid
La estatua de Franco fue removida ayer de la capital española, por decisión del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Por Elizabeth Nash *
Desde Madrid
Casi 30 años después de la muerte del dictador, se necesitó de una cuidadosa operación montada al final de la noche para quitar de las calles de Madrid la última estatua que queda de Francisco Franco. Montones de partidarios y opositores a Franco miraron con emoción mientras ocho obreros armados con picas, taladros y sopletes removieron la estatua ecuestre de siete metros del ex dictador de España de su pedestal en la Plaza San Juan de la Cruz, en las primeras horas de ayer. Un puñado de acérrimos partidarios levantaron sus brazos derechos rígidamente, gritando “¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!” y cantaron el himno fascista Cara al Sol, mientras los obreros luchaban durante más de media hora para arrancar a la estatua de bronce de su sólida base.
Los de izquierda se unieron al espectáculo, riéndose y aplaudiendo la caída de la última reliquia pública de la capital española de una dictadura de 40 años que terminó en 1975. Ambas partes intercambiaron insultos y algunas escaramuzas mientras refuerzos de la policía y hasta un helicóptero de vigilancia corrieron al lugar de la escena. “Por fin se libraron de Paco. Era hora”, gritó uno. “Cómo se atreven a remover la estatua que es parte de nuestra historia”, protestó otro. Para todos los partidos era un momento profundamente simbólico. Finalmente, alrededor de las 2.30 de la mañana, se pusieron correas de lona debajo de la panza del caballo, la estatua fue levantada por una grúa enorme y puesta sobre un camión, cubierta con un género blanco y se la llevaron. La ministra de Obras Públicas, Magdalena Alvarez, dijo que lanzaría una “competencia de ideas” para reemplazar la obra con “un símbolo que represente la armonía entre los españoles”.
El corpulento y pelado generalísimo, su mano derecha levantada comandando, montó su caballo afuera del Ministerio de Obras Públicas desde 1956. Cada año, alrededor del 20 de noviembre, el día de la muerte de Franco, sus partidarios, conocidos como nostálgicos, se han manifestado alrededor de la estatua para honrar su memoria. Escucharon discursos ardientes, algunos de ellos vestidos con el uniforme de camisa azul de la Falange, botas incluidas. Durante el resto del año, los contrarios tapaban intermitentemente la estatua con pintura roja y slogans.
Alvarez dijo que la remoción de la estatua era necesaria como parte de los trabajos de construcción para el gran túnel que cruzará la capital de norte a sur, un proyecto que causó horrendas interrupciones que los locales lo llaman irónicamente “el túnel de la risa”. Añadió que la estatua no “era apreciada por la mayoría de los ciudadanos”. Creada por el escultor José Caput, la imponente estatua que mejora en mucho al regordete dictador fue inspirada en una obra del siglo XVI del maestro italiano Donatello en Padua. Los manifestantes antifranquistas hace años que piden que sea removida.
El jefe de gobierno socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, prometió el año pasado remover todas las imágenes franquistas y nombres de calles españolas durante su gobierno. Estatuas similares ecuestres de Franco permanecen en sitios prominentes en Santander y Zaragoza. La actitud de Zapatero contrasta con la de su predecesor socialista, Felipe González, quien a través de su gobierno, entre 1982 y 1995, no hizo ningún esfuerzo por borrar imágenes públicas de Franco, respetando en cambio un acuerdo tácito entre todos los partidos para no agitar conflictos recientes. Las llamas de ese debate surgieron nuevamente ayer, cuando los críticos de Zapatero lo acusaron de socavar el principio de reconciliación nacional. “No podrían haber hecho nada peor”, se quejaba Javier Arenas, secretario general del Partido Popular (PP) conservador de la oposición.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.