EL PAíS › EL EPISCOPADO ANTE LAS
MANIOBRAS DE BERNARDINI Y CASELLI

La burla, la indignación y la sorpresa

 Por Washington Uranga

Ayer, a través de un escueto comunicado, el nuncio apostólico (embajador del Vaticano), Adriano Bernardini, confirmó que el lunes pasado visitó al ministro de Defensa, José Pampuro, ocasión en la que “se ha tratado la situación de S.E. monseñor Antonio Juan Baseotto, Ordinario Militar”. Bernardini es la misma persona que, durante todo el martes y hasta el mediodía del miércoles, estuvo sentado a la mesa de la Comisión Permanente presidida por el arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás, y nunca informó a los obispos sobre ese encuentro a pesar de que el tema del entredicho estuvo presente en las deliberaciones.
Los obispos tuvieron noticia del hecho cuando, ya muy entrada la tarde del miércoles y una vez que el encuentro episcopal había concluido, fuentes muy vinculadas al ex embajador argentino ante el Vaticano durante el menemismo, Esteban Caselli, dejaron trascender el dato. Se habló primero de una carta, después de una versión según la cual el Vaticano “no encuentra motivos canónicos” para remover a Baseotto y finalmente que el Vaticano apoyaba al obispo castrense. Ahora Bernardini dice que “no hay ningún documento escrito”, que “el clima” fue “sereno y cordial” y que “obviamente la Nunciatura apostólica queda disponible para facilitar todo posible trámite con el fin de superar la dolorosa situación creada a continuación de la publicación de una carta del Ordinario Militar dirigida al Sr. Ministro de Salud”.
Por muchas razones la historia de la Iglesia Católica ha servido de inspiración para novelas y argumentos de películas. Lo cierto es que se trata de una institución compleja, apoyada sobre bases religiosas, pero con los pies en la tierra y con muchas raíces instaladas también en las intrigas y los juegos de poder. Todo lo ocurrido en torno al “episodio Baseotto”, pero en particular lo sucedido desde el comienzo de esta semana, habrá de servir sin duda para enriquecer y motivar a otros autores y novelistas. Para gran parte de la cúpula del Episcopado el capítulo podría titularse “acerca de la sorpresa, la burla y la indignación”.
Frente a la demanda del Gobierno después que Baseotto mal utilizara una cita bíblica de modo tal que hizo recordar a los “vuelos de la muerte” de la dictadura militar, la cúpula de la Conferencia Episcopal y, según dicen, “siguiendo el sentir de gran parte de los obispos”, decidió poner paños fríos sobre el tema. Todo apuntaba a que, sin resignar la posición histórica sobre el aborto, los obispos tomaran distancia de los dichos de Baseotto, utilizando “los tiempos de la Iglesia”, como lo reconoció el canciller Rafael Bielsa, y sus propios mecanismos institucionales. Con ello en unos meses y después de que el conflicto saliera de las tapas de los diarios, Baseotto sería removido o “promovido” a otro destino. En general los obispos consideran que la relación con el Gobierno es “correcta” y en algunos casos “cordial”. Esto más allá de posibles turbulencias o diferencias sobre temas puntuales. Tampoco hay entusiasmos desmedidos de parte y parte.
¿A quién no le conviene, sin embargo, que haya “normalidad” en esta relación? El propio presidente Kirchner señaló una vez con el dedo al arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, por sus opiniones y por sus actitudes. Aguer es exponente de los sectores más conservadores de la jerarquía eclesiástica. Baseotto está en el mismo grupo y Caselli es uno de sus principales operadores laicos. Estos sectores no tienen actualmente consenso en el Episcopado, que mayoritariamente se mueve hoy en posiciones de centro y con predisposición al diálogo. Sin embargo los grupos conservadores mantienen firmes lazos con el Vaticano y, en particular, con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado y número dos de la Santa Sede. Ser el número dos del Vaticano en la actual situación de salud de Juan Pablo II equivale a mucho más que ser el segundo en la jerarquía de la Iglesia.Quienes siguen la historia contemporánea de la Iglesia argentina, pero también del catolicismo en todo el mundo, conocen que Sodano no tiene la menor restricción a la hora de dejar de lado la opinión de los episcopados locales e imponer sus propios puntos de vista, sus posiciones personales y hasta sus intereses particulares, sin importar el desaire que sufran las conferencias episcopales de cada país. Ayer las quejas episcopales se escuchaban por doquier, resentidos por la desautorización. Pero, siguiendo el estilo y la cultura institucional, todas los reclamos se hicieron en voz baja “para no dañar la imagen de la Iglesia”, como si evitar el debate y marcar la disidencia no tuviera como consecuencia que finalmente la única opinión “eclesiástica” que queda instalada es la aportada por Baseotto, el nuncio Bernardini y sus operadores políticos. Hasta parece haberse roto aquel dicho eclesiástico que señala que “de Roma viene lo que a Roma va”. Seguramente sustituido por otro que podría decir “de Roma viene lo que Roma quiere”.

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