EL MUNDO › EL CASO INVOLUCRO A LA CIA Y A UN EX
FUNCIONARIO CRITICO DE BUSH
La prensa, presa del silenciador W2
La periodista del “New York Times” Judith Miller fue encarcelada por no revelar sus fuentes. El fallo sienta alarmante precedente.
Finalmente la periodista Judith Miller, del diario The New York Times, irá a prisión por no revelar sus fuentes. El juez federal Thomas Hogan rechazó el pedido de Miller de cumplir su condena en su domicilio y ordenó que fuera a una prisión en Columbia hasta octubre –cuando supuestamente finalizaría la investigación– o hasta que decida declarar. Su colega, Mathew Cooper, de la revista Time, evitó la cárcel a último momento cuando accedió a testificar ante la Justicia. Miller había argumentado ante el tribunal que “si no se puede confiar en los periodistas para que garanticen la confidencialidad de sus fuentes, entonces los periodistas no pueden trabajar. No puede haber prensa libre”.
Cooper y Miller se negaron durante meses a comparecer ante un jurado que busca determinar quién en la actual administración estadounidense filtró la identidad de la agente secreta de la CIA Valerie Plame, esposa de un ex diplomático, que adquirió notoriedad luego de acusar a la administración Bush de haber mentido sobre la supuesta compra de uranio iraquí en Níger. En EE.UU., revelar “a sabiendas” la identidad de un agente secreto es un delito federal, pero como se desconoce quién fue la fuente y cuáles fueron sus intenciones, pese a los dos años de pesquisas, todavía no se ha podido determinar si existe o no un crimen. Inexplicablemente, la Justicia no ha llamado a declarar todavía al primer periodista que expuso el nombre de Plame, el conservador Robert Novak.
El juez determinó que la reportera sea encarcelada hasta que termine el mandato del jurado investigador, es decir en octubre, o antes si ella decide revelar la identidad de sus fuentes anónimas a la Justicia. El director de la compañía del N. Y. Times y editor del diario, Arthur Sulzberger Jr., defendió a Miller y aseguró que “hay momentos en que por el bien de nuestra democracia hay que realizar un acto de conciencia”. Para Sulzberger, esto fue exactamente lo que hizo la periodista: “Ella cree, como lo hacemos nosotros, que la libre circulación de información es crucial para una ciudadanía informada”. El director del diario, Bill Keller, también salió a apoyarla y calificó la sentencia como “un acto draconiano que castiga a una periodista honorable”. También se mostró convencido de que Miller había tomado “una decisión valiente y según sus principios”.
Cooper declaró que sólo cambió de opinión después de que su fuente se pusiera en contacto con él para decirle que lo liberaba del compromiso de mantener su identidad en secreto. “La noche pasada le di a mi hijo un abrazo de despedida y le dije que podía pasar mucho tiempo antes de que pudiese volver a verlo”, explicó ante el tribunal. Cooper se encontraba en una situación más ambigua, ya que, a pesar de sus objeciones, la dirección de la revista Time había tomado la iniciativa de entregar sus cuadernos de apuntes a la Justicia, con la esperanza de que satisficiera las expectativas del fiscal independiente, Patrick Fitzgerald, y que eso evitara que fuera a la cárcel.
Dado que la Corte Suprema se había negado la semana pasada a tratar el asunto, fue un juez federal de Washington el que sancionó a los periodistas, dando lugar a los pedidos de Fitzgerald. “Llegó el momento” de sancionar a los periodistas, explicó el juez Hogan tras el anuncio de la Corte Suprema. “Si las personas pudieran decidir qué órdenes de la Justicia quieren obedecer (y cuáles no), esto sería la anarquía”, aseguró el juez.
Fitzgerald, en tanto, busca establecer quién tomó la iniciativa de violar el secreto de identidad de la agente de la CIA Valerie Plame, mencionada por primera vez por el columnista conservador Novak en 2003, que no fue incluido para nada en el proceso judicial. Los periodistas, por su lado, se defienden invocando la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, que establece la libertad de expresión, y señalan que el respeto del anonimato de las fuentes es indispensable para el ejercicio libre e independiente del periodismo.
Especialista de Medio Oriente, Miller fue la primera mujer en convertirse en jefa de la corresponsalía de El Cairo en 1983. Tres años más tarde fue corresponsal en París, pero volvió a Washington al año siguiente. En 1990 fue corresponsal especial durante la guerra del Golfo y tres años después obtuvo, junto a una serie de colegas del diario, el premio Pulitzer por una serie de artículos sobre Osama bin Laden. El nombre de Miller comenzó a ser más conocido cuando The New York Times fue criticado por su cobertura sobre los argumentos estadounidenses –las armas de destrucción masiva– que condujeron a la guerra contra Irak en 2003. Miller, al igual que el esposo de Plame, el diplomático Joseph Wilson, había cuestionado los ataques de la Casa Blanca a los supuestos arsenales de Saddam Hussein, que sirvieron como justificativo último de la invasión a Irak.