EL MUNDO › GRUPOS DE COLONOS RESISTEN AL EJERCITO ISRAELI EN GAZA
Cortes de ruta, barricadas y “desconexión”
La negativa de grupos de colonos entorpeció la primera jornada de evacuación de Gaza. Esta madrugada vence el ultimátum para que abandonen voluntariamente sus casas. Mientras Mahmoud Abbas calificó la retirada israelí de “insuficiente”, pero “histórica”, Sharon volvió a exhortar a los colonos rebeldes.
Por Donald Macintyre *
Desde Neve Dekalim
El ejército israelí, que espera finalizar la “desconexión” dentro de los 10 días, sigue adelante en sus planes para desalojar a los colonos que se mantuvieran en Gaza en la medianoche de hoy. Ayer las tropas fueron obligadas a una retirada táctica cuando los manifestantes interrumpieron sus planes para presentar avisos individuales de evacuación del lugar. El ejército abandonó la idea de entregar los avisos de puerta en puerta en Neve Dekalim, el asentamiento más grande de Gaza, y en otros tres, luego de que los manifestantes cerraron las puertas, levantaron barreras, quemaron neumáticos y formaron un escudo humano. En total –teniendo en cuenta las cuatro colonias en Cisjordania–, 1127 familias, de 1716, aceptaron evacuar sus casas voluntariamente antes de mañana. Los que resisten –casi unas 590 familias– pertenecen casi exclusivamente a algunos asentamientos de Gaza como Neve Dekalim, Ganei Tal, Netzer Hazani y Morag.
La situación no es la misma en toda la Franja de Gaza. En el norte –los asentamientos de Dugit, Nisanit y Elei Sinai–, la evacuación ya ha sido casi total. A diferencia de las colonias en las que se prevé una fuerte, incluso violenta, resistencia hay otros asentamientos –Kfar Darom, Netzarim, Kfar Yam, Tel Katifa y Katif– en los que se cree que la mayoría de los colonos buscará simplemente no facilitarles la tarea a los soldados, por lo que no se irán hasta que lleguen las tropas para obligarlos.
Por el momento, en los asentamientos de Ganin y Kadin, en el norte, el desalojo ya era casi total. En cinco asentamientos de Gush Katif, los líderes locales dieron un preaviso a las fuerzas de seguridad de que no serán bienvenidos. Pero, a pesar de su decisión de no utilizar la violencia para forzar su entrada a los asentamientos, el comandante del ejército del sur, Dan Harel, después de conocer las dificultades en Neve Dekalim, declaró: “Nos estamos moviendo con mucho cuidado, con mucha rapidez y, por supuesto, conseguiremos terminar el trabajo”. Mientras el ejército todavía tiene esperanzas de que entre el 50 y el 60 por ciento de los 8500 colonos de Gaza dejaran sus casas para el último plazo oficial –medianoche de hoy, 19.00 de Argentina–, ya está comprometido con el inicio de la predecible evacuación del resto, asentamiento por asentamiento, desde mañana por la mañana.
Las dificultades de las tropas para conseguir su objetivo sin usar la violencia quedaron en evidencia ayer a la mañana, cuando unos 200 manifestantes se reunieron ante las puertas cerradas, donde algunas personas tajearon los neumáticos de los autos de la policía y quemaron mapas que tomaron de un camión del ejército israelí. Además, unos mil israelíes que se oponen al Plan de Desconexión marchaban anoche hacia los asentamientos de Gush Katif para intentar obstruir la evacuación de las colonias. La policía israelí detuvo, en otro lugar, a unos cien manifestantes del “movimiento naranja” que se acercaban al cruce de Kisufim, en la frontera de Gaza, y a otros 50 que habían bloqueado el cruce de Beeri para impedir el paso de los vehículos policiales y militares.
Poco después de las 8 de la mañana, cuando un largo convoy de las fuerzas de seguridad se retiraba del cruce de Kissufim en Gush Katif, algunos de los que protestaban atravesaron las puertas y dieron vuelta los tachos de basura para improvisar una barricada. Gritaron insultos –incluyendo provocaciones como “Gestapo” y “Nazis”– cuando una unidad de la policía de orden civil, con uniformes negros, llegó a la cabeza del convoy militar para deshacer la barrera que impedía el paso hacia el sur, al asentamiento en el Morag, uno de los seis donde las tropas pudieron entregar con éxito los avisos.
La determinación del ejército de continuar con la operación de desconexión, luego de que el ministro de Defensa israelí, Shaul Mofaz,calificara como “histórico” este primer día del proceso, puede ser reforzada porque en realidad fueron pocos los actos graves de violencia durante las protestas. Aun en los choques más violentos, cuando los oficiales de la policía y del ejército intentaron y finalmente consiguieron entrar a una pequeña parte de Neve Dekalim –empujando a los manifestantes y a los neumáticos en llamas–, no hubo ataques físicos directos al personal de seguridad. Cerca del asentamiento religioso de Shirat Hayam, los manifestantes pincharon los neumáticos de un colectivo que llevaba periodistas.
Docenas de camiones, cada uno llevando los dos contenedores adjudicados para que cada familia embalara sus propiedades, pudieron pasar a través de las puertas al mediodía en dirección a las casas de las familias que están listas para evacuar en Neve Dekalim. Pero una vez adentro, grupos de manifestantes –la mayoría de ellos aparentemente no era del lugar– retardaron su avance en el centro del gran bloque de asentamientos de Gush Katif en el sur de Gaza. En lo que pareció una acción planificada, una adolescente pinchó el neumático de un camión de mudanza antes de huir en un auto. Otro camión fue detenido durante unos 20 minutos por una fuerte discusión y forcejeos entre un joven policía que buscaba liberar el camino y un manifestante mayor con barba que le gritaba: “Hemos estado aquí por 20 años y usted ha estado aquí por sólo cinco días”. La resignación que sentían miles de familias de Gush Katif por irse fue evidente en aquellas colonias donde los bienes familiares estaban apilados en los jardines bajo largas lonas negras para prevenir que se dañaran por el calor agobiante.
En una casa en Neve Dekalim, Pinchas Boidbunz, un indio judío que ha vivido en el asentamiento por 11 años con su esposa y tres hijos, declaró: “No es justo. Este es un acto tiránico de Ariel Sharon y del gobierno de Israel. Ni siquiera nos han dicho adónde iremos”. Boidbunz, maestro en una escuela religiosa, aseguró: “No acepto lo que ha sucedido. No estoy de acuerdo. Pero el gobierno ha tomado una decisión, y el gobierno tiene el poder”. En Neve Dekalim, casi todos pernoctan como invitados en casas de los vecinos, que les agradecen de esta forma su apoyo. Con todos los comercios del asentamiento ya cerradas, salvo el supermercado, que se dispone a hacerlo hoy, la mayoría de los residentes almacenó grandes cantidades de comida en sus casas con el fin de poder sobrevivir a un sitio prolongado. Ofra Mermelstein, de 63 años y madre de 9 hijos, vivió en Gush Katif nueve años y ahora ha vuelto para apoyar a su hija, que vive con su marido y sus tres hijos en Neve Dekalim. “Nos llaman ilegales pero la moral, la legalidad y la democracia están de nuestro lado. Sharon ha creado una democracia dictatorial.”
Dando a entender que el ejército todavía piensa que puede negociar su entrada a los asentamientos más duros de Gush Katif, a pesar de las protestas de ayer, cuando le preguntaron si pensaba derribar las puertas, el general mayor Harel dijo a Radio Israel: “No creo que sea realista esa perspectiva porque, si lo hiciéramos, en vez de ser ‘una mano hermana’ sería ‘hermano contra hermano’ y no queremos eso. Creo que está claro para todos que la evacuación se va a realizar; la única incógnita es bajo qué condiciones”. En Gannie Tal, otro de los asentamientos de Gush Katif donde los manifestantes bloquearon la entrada, un residente, Shlomit Berger, aseguró: “Les dijimos a la policía y al ejército que esta gente está por ser expulsada de sus hogares. Y alguien que está por ser expulsado de su hogar no abre la puerta y pone una alfombra roja”. Los avisos individuales que ordenan la evacuación no suponen una obligación legal, lo que retrasaría el desalojo masivo. Pero, por otro lado, el ejército parece dispuesto a evitar la posibilidad de choques aún más fuertes con los manifestantes.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Laura Carpineta.