EL MUNDO › 63 MUERTOS Y 75 HERIDOS EN TRES ATENTADOS SIMULTANEOS

Golpeando al corazón chiíta en Bagdad

 Por Robert Fisk*
Desde Bagdad

La mayoría de ellos eran chiítas musulmanes y presumiblemente eran el blanco. La estación de ómnibus de Nahda es para la gente pobre, mujeres ancianas, madres, los desempleados que quieren regresar a sus ciudades en el sur chiíta. Durante la guerra entre Irán-Irak en 1980/’88, era el lugar del Ultimo Adiós, donde decenas de miles de soldados de a pie, la mayor parte chiítas, partían para el frente, para no volver jamás. Y ayer, dos coches bomba estallaron justo después de las 8 de la mañana en la misma estación, convirtiendo a 22 vehículos en calderas de fuego. Los ómnibus se contaban entre ellos, muchos de los pasajeros quemados vivos en sus asientos. Una tercera explosión, frente a un hospital, elevó las bajas a 63 muertos y 75 heridos.
A las 11 de la mañana, cuando el lugar era un cementerio de negocios carbonizados y automóviles, se había vuelto un centro de anarquía y miedo, lleno de policías con máscaras ordenándoles a los automovilistas que salieran del camino mientras tropas norteamericanas asustadas en camionetas 4 por 4 blindadas gritaban insultos a los iraquíes que interrumpían sus convoyes. La estación de ómnibus de Nahda, con su vasta población de los barrios bajos chiítas de Ciudad Sadr, es quizás el área más furiosa y peligrosa de Bagdad; lo que, por supuesto, es una de las razones por las que los terroristas hicieron estallar sus automóviles ahí. Aun peor, hicieron detonar otra explosión, quizás un mortero, en el cercano hospital Al-Kindi justo cuando llegaban los heridos. La potencia de las bombas fue evidente por los daños. En el camino, vi lo que quedaba de los automóviles atestados con explosivos: parte de un motor, un tanque de combustible y apenas unos pocos metros de alambre. Sin embargo, a unos seiscientos metros de distancia, los ómnibus y los automóviles estaban totalmente quemados. Casi todos los muertos fueron incinerados en segundos. Las morgues calcularán su número. Y, por supuesto, los medios occidentales olvidarán.
Automóviles incendiados y ómnibus se alineaban en la calle. El hospital, en uno de los suburbios más pobres de Bagdad, para entonces había sido rodeado por las tropas estadounidenses y la policía iraquí, todos usando pasamontañas o bufandas para cubrir sus rostros y chiítas musulmanes furiosos estaban parados afuera. “Están tan enojados que parecen hombres de las cavernas”, dijo un iraquí amigo. Por una vez, parecía, no había terroristas suicidas involucrados; sólo antiguas autobombas, llenas de explosivos como para matar el mayor número de inocentes en el menor tiempo posible.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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