EL MUNDO
El diputado que valía 7500 pesos
Severino Cavalcanti renunció ayer a la presidencia de Diputados en Brasil, el mismo día en que dio testimonio un empresario de peso.
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
El sapo y el príncipe. Esos arquetipos de fábula encajan perfecto en el relato de lo ocurrido ayer en el Congreso brasileño, donde Severino Cavalcanti renunció a la presidencia de Diputados, tercer cargo en la sucesión presidencial, y el banquero Daniel Dantas prestó testimonio sobre hechos de corrupción. Acusado con pruebas de cobrar sobornos, Cavalcanti se dijo víctima de una campaña y prometió volver como legislador electo. Al renunciar evitó un proceso interno que le impediría volver a candidatearse, como le ocurrió al ex diputado Roberto Jefferson, el mismo que desató la crisis, quien no podrá postularse hasta el 2016. En las próximas semanas la Cámara baja será conducida por José Nonó, del opositor y conservador PFL, un nuevo traspié para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que sigue perdiendo imagen. Un sondeo divulgado ayer dice que su desaprobación subió del 38 al 49 por ciento.
Cavalcanti es un corrupto a la antigua, lo suyo es el soborno de primera generación: su renuncia ocurrió por haber “apretado” al concesionario que administra los restaurantes del Congreso, por lo que recibió 7500 reales (7500 pesos). Algo que es de práctica en la cultura legislativa de Brasilia; de allí la indignación mostrada ayer por Severino, cuyo paso por la presidencia de la Cámara fue tan efímero como despótico. Cavalcanti llegó a ese alto cargo tras un putsch mafioso perpetrado por diputados despechados con el gobierno cuando éste dejó de obsequiarlos con cargos y posibles sobornos. Anteayer fue recibido por Lula, al que está ligado por la controvertida alianza entre el oficialista PT y el conservador Partido Progresista. Más que el encuentro entre los jefes de dos poderes de la República, la visita del ahora ex legislador fue un regateo para que algunos de sus apadrinados continúen en cargos públicos, lo que le dará oxígeno político para seguir influyendo en su pueblo natal, João Alberto, en el interior de Pernambuco.
Pero Cavalcanti no fue la única figura ayer. Daniel Dantas, titular del banco Opportunity, compareció ante las comisiones parlamentarias que investigan casos de corrupción del gobierno y el PT. Banquero implicado en grandes negocios en éste y el anterior gobierno, Dantas había obtenido un hábeas corpus que le permitió callar frente a cualquier pregunta comprometedora. Aunque está probado que pagó 145 millones de reales a Marcos Valerio, el publicitario que operaba las cuentas sucias del PT y el gobierno, la convocatoria de Dantas sólo ocurrió 108 días después de que se destapó el escándalo. El retraso fue obra de maniobras de los legisladores conservadores del PFL y los socialdemócratas del PSDB, advertidos de que los petistas harían lo que hicieron: traer al ruedo las oscuras maniobras que permitieron a Dantas controlar las empresas telefónicas privatizadas en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Esa chispa fue una de las que desató ayer un tumulto que obligó a suspender la sesión durante algunos minutos. Un dato: el recolector de fondos para la campaña de Cardoso fue también coordinador de la privatización que favoreció a Dantas y luego sería uno de sus socios cuando éste se quedó con Brasil Telecom, Telemig Celular y Amazonas Celular. Más que apartidario, Dantas es transpartidario, ya que hizo negocios fabulosos con Cardoso y había iniciado el camino para hacerlos con el gobierno de Lula. A diferencia de Cavalcanti, que no cursó estudios superiores, Dantas hizo un posgrado en el MIT de Massachusetts, tras lo cual acompañó a Mario Roberto Simonsen, teórico del liberalismo brasileño. Probablemente el exitoso banquero sea corrupto, pero un corrupto de tercera generación que mueve miles de millones de dólares con la misma naturalidad que desvía fondos a través de agencias publicitarias y se vale de espionaje electrónico. Inteligente y temerario, Dantas contrató a la transnacional de espionaje Kroll, muchos de cuyos cuadros son jubilados de la CIA, para espiar a ministros del actual gobierno que le habían bloqueado algunos negocios. La revista Carta Capital especula que esa sociedad con Kroll es la punta de una conspiración para voltear al gobierno. Especie que no fue probada. Otros observadores señalan a Dantas como uno de los pagadores de los supuestos sobornos que endulzaron la vida de los “severinos” estos años. Eso tampoco se probó.