Israel impuso sanciones a la Autoridad Palestina (AP) ayer después de que Hamas asumiera oficialmente como gobierno. Ehud Olmert, el primer ministro en funciones, dijo: “La Autoridad Palestina está convirtiéndose en la práctica en una autoridad terrorista. No estaremos de acuerdo con esto”. Su gobierno votó la suspensión de más de 52 millones de dólares, que cada mes recauda en concepto de ingresos impositivos para los palestinos, y prohibió el paso por los puestos de control israelíes a los parlamentarios y las figuras principales de Hamas. Boicoteará todos los organismos en los que participe la organización radical islámica.

Israel también les pidió a gobiernos extranjeros que suspendieran la trasferencia de ayuda económica al Tesoro palestino y anunció que bloqueará la asistencia militar a los servicios de seguridad palestinos. Los ingresos impositivos financian alrededor de la mitad de los sueldos que paga la AP, que podría ser forzada a despedir a decenas de miles de trabajadores. Salah Bardawil, un vocero de Hamas, denunció a Israel y a Estados Unidos por esta iniciativa. “Israel está intentando estrangularnos y golpearnos donde nos duele –aseguró–, pero no venderá nuestros principios. Europa y los países árabes se encontrarán en una situación avergonzante si colaboran con Israel imponiendo un bloqueo financiero.” Israel depositará los ingresos impositivos en un fideicomiso, afirmó el vocero del Ministerio del Exterior, Mark Regev, y agregó que se mantendría así aun si Hamas designa a un ministro de Finanzas externo a sus filas.

“Siempre habrá temor de que el dinero transferido hoy volverá a atormentarnos mañana como ataques suicidas”, explicó. Olmert adelantó que otras medidas podrían ser introducidas en el futuro. Sin embargo, los ministros descartaron más sanciones draconianas, incluyendo un bloqueo recomendado por Defensa, prevaleciendo así la postura más mesurada de la Cancillería. A Israel no le agradó haber sido culpado de causar una catástrofe humanitaria. Tampoco quiso poner en peligro el consenso que ha creado con Estados Unidos, Europa y Naciones Unidas para presionar a Hamas a reconocer a Israel, renunciar a la violencia y respetar los acuerdos existentes.

El objetivo inmediato es hacer confrontar a los palestinos con las consecuencias de haber votado a Hamas –que ganó 74 de los 132 escaños en el Parlamento–, aunque sin llegar a provocar un colapso total de la economía palestina. Israel instó a los países donantes a canalizar los fondos a través de ONG.

Hamas nominó a Ismail Haniyeh, el líder de su ala más pragmática, para el cargo de premier. El ex decano de la Universidad Islámica de Gaza, de 46 años, sobrevivió a un intento de asesinato de Israel en 2003. Ascendió en la jerarquía después que los israelíes mataran al jeque Ahmed Yassin y a su sucesor como líder del movimiento islámico, Abdel Aziz Rantisi.

A pesar de que podría formar un gobierno solo, Hamas está buscando lograr una coalición con el partido Al Fatah del presidente Abbas para incrementar su legitimidad internacional. Pero Abdullah Abdullah, un legislador de Fatah, dijo: “Hasta ahora, nuestra respuesta es no. Estuvimos en el poder por 40 años. Será difícil adaptarse, pero veamos cómo lidia Hamas con los problemas”. Adnan Asfour, un miembro del politburó de Hamas, aseguró que estaban acercándose a potenciales aliados con la mente abierta, pero puso el límite a reconocer a Israel. “Estamos listos para el compromiso, pero sin matar nuestros sueños.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Laura Carpineta.