Viernes, 7 de julio de 2006 | Hoy
El ejército israelí, que amplió su ofensiva en el norte de la Franja, también sufrió una baja.
Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Beit Lahia
La guerra que se mascaba en Gaza estalló el jueves con toda virulencia. De madrugada, el ejército israelí invadió seis kilómetros de la Franja hasta llegar a la ciudad de Beit Lahia, donde los milicianos palestinos se enfrentaron a los soldados. La desigualdad de fuerzas se refleja en el parte de víctimas. Al menos 20 palestinos murieron y 50 resultaron heridos, entre ellos mujeres y niños. Un soldado israelí también pereció. El ataque pretende impedir el disparo de cohetes caseros sobre Israel desde el norte de Franja. No lo evitaron: tres artefactos cayeron sobre Ashkelon y Sderot.
Era sencillo circular por las calles del centro de Beit Lahia, que cuenta con 60.000 habitantes. Muchos comercios mantenían sus puertas abiertas, pero no se oía el bullicio habitual. La gran mayoría de los vecinos se refugiaba en sus casas. En el oeste de la ciudad, ya cerca del Mediterráneo, los combates fueron feroces. También en Beit Hanun, en el nordeste de la Franja. Vehículos blindados, excavadoras, tiradores de elite y la aviación israelí apoyaban a los soldados en tierra. Se enfrentaban a milicianos con lanzagranadas, fusiles automáticos y explosivos. Una batalla totalmente descompensada.
Alrededor del mediodía, la aviación israelí lanzó misiles sobre un grupo de milicianos en Beit Lahia. Murieron nueve. Pasadas las dos de la tarde, el sobrevuelo de los helicópteros Apache era constante, como continuos los disparos sobre los resistentes palestinos. Las ráfagas de fuego hacían moverse a los milicianos de un lugar a otro. Abundaban hombres y niños presenciando el combate a corta distancia. Se escondían en las esquinas, pero pocos abandonaban el lugar. Un proyectil de otro helicóptero mató en el acto a cinco palestinos armados. En otras refriegas también perdieron la vida dos civiles y dos activistas. Antes, a la una de la tarde, la aviación israelí disparó dos misiles en Abasán, al este de Jan Yunis, en el sur de la Franja. Otros dos milicianos fallecieron. Los heridos se cuentan por decenas. Y un soldado israelí también murió tras recibir el disparo de un francotirador.
Los guerrilleros palestinos son conscientes de que su número de bajas multiplicará la de los israelíes, pero no parece que vayan a amilanarse. Abu Ahmed, jefe de la rama militar de Hamas en Yabalia, ciudad contigua a Beit Lahia, lo advertía a este diario el 29 de junio: “Si entran, iremos por ellos”. Por la tarde, el ministro del Interior, el islamista Said Siam, conminaba a la policía y cuerpos de seguridad a repeler el ataque. Nunca hasta ahora la policía palestina había recibido órdenes semejantes.
Beit Lahia es la ciudad más próxima a las zonas hoy despobladas, donde hasta hace 10 meses se ubicaban tres colonias judías, un emplazamiento que utilizan los activistas de Hamas y demás facciones para lanzar los cohetes artesanales Kassam. Desde la evacuación de los colonos judíos y de los militares en septiembre, no se encontraban frente a frente los soldados israelíes y los milicianos palestinos. Lo que comenzó siendo el acantonamiento de tropas y tanques unos pocos cientos de metros en el interior de Gaza se ha convertido en una invasión en toda regla. Tras la captura del soldado Gilad Shalit, el 25 de junio, el objetivo parecía ser la liberación del cautivo. Pero no se entiende bien para qué entonces la aviación israelí devastó la única central eléctrica, carreteras y puentes, conducciones de agua, la Universidad Islámica, escuelas, ministerios...
Ahora, aseguran los mandos y el Ejecutivo israelí de Ehud Olmert, la meta es arrasar, más si cabe, el norte de la Franja para hacer retroceder a los milicianos y que sus cohetes Kassam –que golpearon el jueves de nuevo Sderot y que en jornadas precedentes alcanzaron Ashkelon, a 12 kilómetros de la frontera– no puedan caer sobre las ciudades del sur de Israel. Pero aunque reculen, los portavoces del brazo armado de Hamas y de la Yihad Islámica aseguran disponer de misiles mejorados capaces de superar ampliamente los 12 kilómetros. Y en el fondo, el objetivo último, declarado por los dirigentes israelíes, es destrozar Hamas. Mientras en Gaza corre la sangre, en Cisjordania se ha decapitado la cúpula del Movimiento de Resistencia Islámica y el Ejército ha allanado varias sedes de organizaciones caritativas vinculadas con los islamistas.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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