Viernes, 4 de agosto de 2006 | Hoy
Fue criticado por derecha, ya que los sectores duros no creen que sea tiempo de negociar, y también por izquierda, ya que no consultó con los palestinos. El debate muestra lo difícil que es articular soluciones políticas en un clima de guerra.
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv
Los sectores de derecha reaccionaron en forma unánime y airada ante la declaración del premier israelí, Ehud Olmert, referida a las condiciones propicias que los resultados de la guerra en el Líbano crearían para promover el “realineamiento” (la retirada parcial de Cisjordania). “Es importante que empecemos algunas evacuaciones lo antes posible para la fortaleza y seguridad de Israel”, había dicho el primer ministro. “Toda persona razonable entiende que la guerra venció al Programa de Realineamiento”, dijo ayer el diputado Zevulun Orlav, titular del Partido Religioso Nacional (Mafdal). Orlav, cuyo partido constituye la principal expresión política de los colonos judíos en los territorios palestinos ocupados, agregó: “Es una ceguera política y defensiva ignorar el hecho de que una nueva huida de Judea y Samaria fomentará el ataque con katyushas a Petaj Tikvah y al aeropuerto de Ben Gurión”.
La protesta de la derecha se manifestó también a través de actitudes de soldados, que condicionaron su enrolamiento. Una decena de reservistas residentes en los asentamientos de Cisjordania se dirigieron a sus respectivos superiores, advirtiéndoles que no ingresarán al Líbano “si el objetivo es expulsarnos de nuestras casas”.
Ante la ola de críticas, Olmert dialogó con el dirigente de la derecha ultranacionalista Ephraim (Efi) Eitam. “Estoy ocupado exclusivamente en la dirección del combate de Israel en el norte y en el sur”, le aclaró. “La guerra provocada por el Hezbolá no tiene ninguna relación con futuros pasos políticos”, agregó. Al premier israelí le tomó algunas horas darse cuenta de que, en tiempos de guerra, cualquier fisura en el consenso interno generada por la sola mención de temas controversiales puede tener un alto precio político.
Por otro lado, las críticas de la izquierda son mucho más escasas, esporádicas y marginales al consenso probélico. Zeava Galon, la titular de la bancada parlamentaria del partido Meretz, también cuestionó la declaración de Olmert en favor del “realineamiento”, aunque desde un punto de vista distinto: “La lección de la guerra del Líbano, en la que aparentemente no se obtendrán los objetivos grandiosos que declaró el primer ministro, es que en lugar de hablar de realineamiento y de pasos unilaterales, hay que emprender negociaciones con los palestinos, con el respaldo internacional, sobre la salida de los territorios”. Contrastando con la reacción de la derecha, ningún vocero gubernamental creyó necesario contestarle a Galon.
Según el sociólogo Adrián Gruszniewski, prevalece en Israel la sensación de que el único camino posible es el de la fuerza militar. “El consenso que se viene creando bajo los ataques de los katyushas y los Qassam (la muerte masiva de libaneses y palestinos no es percibida aquí como parte del horror y la tragedia de esta guerra) es que ellos son el resultado de las retiradas de Gaza y del sur del Líbano”, señala Gruszniewski, un argentino radicado en Jerusalén desde 1992 y dedicado a la investigación del sistema político israelí. “Contrariamente a la lógica que condujo a los acuerdos de Oslo, luego de que Israel fuera atacado por los misiles de Saddam Hussein en 1991, y llegado a la conclusión de que la política de la fuerza no es suficiente para lograr su seguridad, ahora predomina una lectura inversa: estamos pagando el precio de la derrota de la paz y el diálogo, y ese precio se expresa a través de esta guerra, a la cual nos condujeron los débiles. De acuerdo con esta interpretación, no hay más remedio que retomar el camino de la fuerza militar”, explica.
Hace un año, ante la evacuación de los asentamientos judíos de Gaza y del norte de Cisjordania, la oposición de los colonos aparecía como una amenaza a la cohesión social, mientras que en las fronteras reinaba la calma y el cese del fuego en los territorios palestinos. Un año después,luego de un cambio de dirigencia dramático, la situación estratégica se ha invertido: el público judío está cohesionado, pero en las fronteras truenan los obuses y los cohetes y el ejército actúa en tres frentes. Aluf Benn, analista político del diario Haaretz, sostiene que la inversión de la agenda nacional plantea dos preguntas: “¿Los seguidores de Ariel Sharon, que juraron continuar su camino, están cumpliendo con su promesa? ¿Y qué quedó del legado de Sharon un año después del acontecimiento decisivo de su mandato?”.
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