EL MUNDO

Ese viejo vicio americano de planear ataques a Irak

Nuevamente Estados Unidos apunta contra el iraquí Saddam Hussein, pero los plazos operativos no son claros; los aliados, tampoco.
Aquí, la nueva filtración.

Por Isabel Piquer
Desde Nueva York
El hipotético ataque estadounidense contra Saddam Husein será quizá contundente y definitivo, pero algo seguro es que no podrá contar con el elemento sorpresa. El New York Times recogió ayer nuevas filtraciones del Pentágono sobre los planes de Washington para acabar con el presidente iraquí, las enésimas desde los atentados del 11 de setiembre. La campaña que a algunos estrategas del presidente George W. Bush les gustaría lanzar contra Irak será masiva, por tierra, mar y aire, y se desplegará desde ocho países limítrofes que todavía no han sido informados de su eventual participación.
Es difícil saber hasta qué punto los planes que salen regularmente en la prensa estadounidense reflejan realmente los preparativos del gobierno o ilustran las disensiones entre sus distintos responsables sobre la forma de operar. Las filtraciones nunca son gratuitas. Aparecieron el día en que el Secretario General de la ONU, Kofi Annan, y el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Nayi Sabri, terminaron sin éxito en Viena su tercera ronda negociadora sobre una improbable vuelta de los inspectores de desarme a Irak.
The New York Times basa su artículo en un “documento militar preliminar” ultraconfidencial elaborado por el Comando Central, en Tampa (Florida), la base de operaciones donde se gestó la campaña contra Afganistán, y que todavía no habrían visto ni su comandante, el general Tommy Franks, ni el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. La fuente anónima que filtró el documento asegura al diario sentirse “frustrada” por los preparativos que “no toman en cuenta los avances tecnológicos y tácticos conseguidos desde la Guerra del Golfo” de 1991.
En abril pasado el diario neoyorquino también publicó los planes de una gran invasión. Fueron matizados un mes después por un artículo del Washington Post que relataba las presuntas reticencias de la cúpula militar del Pentágono, ya ocupada y preocupada por sus operaciones contra Al-Qaida. Lo que más demuestran estas informaciones es que lo que se cuece en Washington, y algo se cuece, todavía no está en su punto.
“Nada sugiere que se trate de un ataque inminente”, resalta el diario. Los aliados y los propios iraquíes no prevén una guerra al menos hasta la primavera del año que viene, e incluso quizá el otoño del 2003, no sólo por los problemas logísticos que supondría llevar a cabo un ataque en dos frentes, Irak y Afganistán, sino sobre todo porque, como resaltaba hace unas semanas un diplomático europeo en Naciones Unidas, Washington no ha encontrado un “Hamid Karzai iraquí” con el que suplantar a Saddam Hussein. Bagdad lo sabe y por eso se está tomando con mucha tranquilidad su ronda negociadora con la ONU.
El plan preliminar del Comando Central de Tampa habla de movilizar unos 250.000 soldados, las mismas cifras que se llevan barajando estos últimos meses, la mitad del contigente que se usó en 1991. Los marines de la Primera Fuerza Expedicionaria basados en Camp Pendleton (California), unidades diseñadas para luchar en el Golfo, han intensificado su entrenamiento. El ejército está reforzando sus bases en la zona, incluida la base aérea de Al Udeid, en Qatar. El Pentágono ha acelerado su producción de misiles de alta precisión, otras armas y piezas de recambio para sus aviones.
El documento detalla ampliamente una serie de objetivos que bombardear en Irak: bases militares, rampas de misiles, sistema de comunicación o redes de fibra óptica. “La lista es muy grande –comenta la fuente anónima al diario– es obvio que llevamos muchos años espiando a esta gente”.
El ataque masivo se haría desde tierra, mar y aire y desde tres direcciones, norte, sur y oeste. Vistos los ángulos geográficos, países como Turquía, Kuwait, Qatar, Bahrain y los Emiratos Arabes estaríanincluidos en la operación, aunque por lo visto, puesto que sólo se trata de planes preliminares, no han sido informados de su posible contribución. Un país notablemente ausente es Arabia Saudita, que sirvió de lanzadera durante la Guerra del Golfo. En la campaña de Afganistán, los sauditas prohibieron ataques estadounidenses desde su territorio y sólo dejaron usar la sofisticada base aérea del Príncipe Sultán como centro de mando. Los planes, que se ciñen al aspecto puramente logístico de una amplia operación, no mencionan a Saddam Hussein. Washington no ha ocultado que quiere acabar con el presidente iraquí. El pasado mes de junio, el Washington Post desveló que el gobierno de Bush había autorizado a la CIA el uso de “fuerzas letales” para “capturarlo” en caso de necesidad. El documento del Comando Central tampoco menciona la eventualidad de un ataque con armas de destrucción masiva por parte de los iraquíes ni cómo reaccionaría entonces Estados Unidos.

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Las negociaciones entre Irak y las Naciones Unidas (foto) volvieron a fracasar en Viena.
Bagdad sabe que falta para un ataque y por eso se está tomando con mucha tranquilidad su ronda con la ONU.
 
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