Una de las hijas mellizas de George Bush visita Paraguay, hace ya cuatro días. Como pasante de un programa para jóvenes profesionales de Unicef, Jenna, de 24 años, está interesada en conocer cómo viven las comunidades indígenas en el Chaco paraguayo, adonde viajará hoy. La visita conmocionó Asunción. Los periodistas intentan conseguir cualquier detalle sobre ella: qué comió, a dónde, con quién, qué dijo.

Ayer, por primera vez, las cámaras consiguieron sorprenderla cuando salía de un restaurante, justo enfrente de la sede de las Naciones Unidas. Pero los flashes duraron poco. Al instante, seis camionetas negras con marines estadounidenses aparecieron y la subieron a uno de los autos, que arrancó a toda velocidad. Sin maquillaje y vestida informalmente –una pollera corta blanca, un saquito rojo y zapatillas–, la princesa de una de las dinastías más importantes de la política de Estados Unidos sorprendió por su sencillez. Los que estaban en el restaurante aseguraron que se comportó de forma cordial y muy natural. Hablando un español perfecto, saludó a los comensales, antes de ingresar a un salón privado, en donde comió con una amiga estadounidense y ejecutivos de la ONU durante casi dos horas. De ahí se fue a visitar un albergue de niños junto con las autoridades locales de Unicef. Poco se parece esta joven a la que cinco años atrás le traía dolores de cabeza a la Casa Blanca. En 2001, la noticia de que había sido arrestada por comprar alcohol con un documento ajeno dio vuelta el mundo en menos de 24 horas. Hoy, la maestra pública más famosa de Estados Unidos –como la denominó la prensa estadounidense después de que trabajara durante un año y medio en una escuela en Washington– ha madurado. Y, según las personas que la acompañan en este viaje, está muy interesada en las precarias condiciones de vida de los indígenas paraguayos.