“Hace dos noches que no puedo dormir; no me puedo olvidar de los chicos que estaban en el micro y me pedían ‘ayudame a salir’. Cuatro chicos se me murieron en los brazos. Estoy embroncado conmigo mismo. No pude hacer nada por ellos.” El camionero Juan José Carmiello se queda mudo, respira hondo, le cuesta seguir. Cuando se recompone, recuerda que vio pasar al camión que conducía Angel Soto y que se estrelló con el micro de la empresa Godoy, en el que viajaban los estudiantes que murieron en la tragedia de Santa Fe. “Llegué de los primeros al lugar del accidente y pudimos sacar, con otros camioneros y automovilistas, a muchos de los heridos que estaban adentro del micro, aplastados por los fierros. Un camionero se fue, me dijo que no podía; en ese momento yo le dije que si no podía ayudar, no era un camionero de ley. Ahora el que está quebrado soy yo.”

“El camión que chocó me había pasado a mí en la ruta, casi llegando a Margarita (donde ocurrió la tragedia). Me tuve que tirar a la banquina porque me encerró, y cuando pude volver a la ruta no había caminado 300 metros cuando escuché la explosión del choque”. Junto con otros colegas “pusimos balizas para cortar la ruta y empezamos a sacar a los chicos. Cuatro se murieron en mis brazos. Fue tremendo. No me lo olvido más. Una chica había quedado colgada del colectivo, me pidió que la bajara”.

Carmiello se toma su tiempo para continuar. “Yo venía de Santo Tomé y seguí hasta Resistencia (Chaco). Viajé toda la noche. Hace dos noches que no duermo. Estoy desvelado. Miro a mis hijos y me acuerdo de los chicos que no pude salvar. Además, era un viaje solidario el que hacían. ¡Qué injusticia, pobrecitos!” Ayer por la mañana, Carmiello visitó a los chicos heridos que estaban internados en el hospital de Reconquista. “Me abracé con ellos y con sus padres. Fue un consuelo. No puedo perdonar lo que hizo el otro camionero (por Soto). Ese es un verdadero asesino.”