Martes, 24 de octubre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › LOS ARGUMENTOS DEL ANTEULTIMO DEBATE ENTRE LULA Y ALCKMIN
En el estudio de televisión de San Pablo, Lula da Silva, el aspirante a la reelección, reiteró su postura en la lucha contra la desigualdad social y en favor de las empresas del estado. Su rival, Geraldo Alckmin, volvió a insistir con sus denuncias de corrupción.
Por Dario Pignotti
Desde San Pablo
Debidamente maquillados y escoltados por un ejército de asesores, Luiz Inácio Lula da Silva y Geraldo Alckmin, candidatos a la presidencia de Brasil, animaron ayer un nuevo debate televisivo, esta vez en la Red Record. Cada uno en su papel, ninguno logró descollar: Lula reiteró su postura en la lucha contra la desigualdad social y en favor de las empresas del estado y Alckmin volvió a insistir con sus denuncias de corrupción. El líder opositor se mostró, como en el primer debate, muy confrontativo y no dudó en seguir los consejos de sus aliados más antilulistas. Le recordó al presidente una y otra vez los casos de corrupción que involucran a sus funcionarios y correligionarios. Lula, en cambio, volvió a dejarlo en evidencia en cuanto a sus propuestas. “¿Es que van a cortar en los salarios?”, preguntó, refiriéndose al corte millonario del gasto público que propone su rival. Alckmin no pudo escaparse.
En estas tres semanas de campaña hacia el ballottage del próximo domingo, Lula abandonó el discurso ambiguo del presidente que amoldó su gestión a las presiones del poder financiero y se embarcó de lleno en el papel de candidato. Como en los tiempos de líder sindical, habló de lucha de clases, criticó sin vacilaciones las privatizaciones, denunció a la prensa y la arrogancia de los paulistas. Recuperó, al menos discursivamente, el lugar que él y su partido han tenido a la izquierda del sistema político brasileño. Horas antes de debatir ayer ante cámaras, participó de un acto en Ciudad Tiradentes, en el este de San Pablo, región sumida en la miseria y bajo control parcial de los narcos.
Alckmin, en cambio, antes de ir al canal participó de un encuentro con empresarios en el elegante Club Pinheiros, también en San Pablo. Pero la estrella del evento no fue él, sino el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que se ha convertido en un estandarte del antilulismo. Una vez más, Cardoso se despachó con desprecio al referirse al presidente, al que calificó como “fanfarrón”. Posiblemente esa hostilidad hacia el petismo, al que llama “esa gente”, le garantice al candidato socialdemócrata una holgada victoria entre los millonarios de esta capital, aunque conspira contra sus aspiraciones de hacer pie entre los más pobres, que son el grueso de los electores.
Lula no admite en público sentirse ganador, pero las reuniones del Palacio del Planalto se reparten entre la agenda de la campaña y los nombres de un futuro gabinete que, según las versiones circulantes, tendrá la forma de un gobierno de coalición: crecería el número de ministros de partidos aliados, en desmedro de los funcionarios del oficialista Partido de los Trabajadores. Alckmin jamás reconoce que está más cerca de la derrota que de la victoria, pero ha admitido la posibilidad de que en los próximos cuatro años sea oposición. Así lo hizo el domingo, en una entrevista en la que anticipó que no piensa darle tregua a Lula si pierde.
Fue el tercero de los cuatro debates acordados en esta segunda rueda, el último será transmitido el próximo viernes por la TV Globo, cuya audiencia habitualmente es superior a la que suman las cadenas Bandeirantes, SBT y Record. Al cierre de esta edición, Lula y Alckmin continuaban debatiendo, sin que ninguno hubiera logrado sacar ventajas claras, lo que refuerza la tendencia a favor del mandatario, que en todas las consultoras aparece con unos 20 puntos de ventaja. Sólo un comisario providencial podría revertir esa tendencia. Así ocurrió en las horas previas a la primera vuelta, el 1º de octubre, cuando un miembro de la Policía Federal fotografió ilegalmente los 800 mil dólares secuestrados a dos petistas presos y la entregó a la TV Globo, que dedicó el viernes a la noche y todo el sábado 30 de septiembre a divulgar esa imagen, lapidaria para las aspiraciones de Lula. En los cinco días que restan hasta el escrutinio la oposición cifra su suerte a que nuevas revelaciones compliquen a Gilberto Carvalho, secretario del presidente, que ya reconoció haber telefoneado a uno de los implicados en el dossiergate. Claro que el escándalo no se apagará con una hipotética victoria de Lula que deberá afrontarlo como un lastre en su segundo mandato o, como dicen en la oposición, en el “tercer turno electoral” que comenzará el mismo 30 de octubre.
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