Viernes, 16 de febrero de 2007 | Hoy
La candidata Ségolène Royal, tras presentar el programa del Partido Socialista, tuvo un traspié: dimitió el encargado de los cálculos económicos.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Semana tras semana, el descenso persistente de los sondeos de opinión ensombrece un poco más la candidatura presidencial de la socialista Ségolène Royal. Los socialistas ofrecen un lastimoso espectáculo de divergencias intestinas y empañan la transparencia de la propuesta electoral. Después de la esperada presentación de la plataforma presidencial de Royal organizada el domingo pasado, todo indicaba que el PS y el equipo de campaña de la candidata habían encontrado un punto de convergencia. Sin embargo, tres días más tarde, un nuevo escándalo vino a revelar las tensiones profundas y los antagonismos nunca resueltos. Eric Besson, el secretario nacional del PS encargado de las cuestiones económicas y responsable de calcular el costo del programa socialista, presentó el miércoles su renuncia al cargo.
La dimisión se produjo a raíz de una controversia doble: la primera en torno a lo que costaría financiar con el presupuesto nacional las 100 proposiciones formuladas el domingo pasado por Royal, y la segunda sobre la manera en que la candidata lleva a cabo su campaña y las intervenciones de los dirigentes del PS. Ayer, los comentarios dentro del partido eran de un catastrofismo alarmante. Una dirigente de peso decía: “Después del discurso programa del 11 de febrero estábamos todos contentos, pero luego volvimos a caer en una espiral depresiva”. Otros, siempre desde el anonimato, critican el “amateurismo” de los esfuerzos electorales, ilustrado hasta el absurdo por el envío de una columna de opinión sobre la política africana del presidente Jacques Chirac a un diario equivocado.
De hecho, las relaciones entre la sede del PS, situada en la Rue Solferino, y el llamado anexo, la oficina de campaña de Royal, ubicada a unos trescientos metros, en el Boulevard Saint Germain, no son fluidas. La impresión que se desprende frente a la opinión pública es la de una improvisación constante. Quien fuera durante meses y meses la reina de los sondeos se va convirtiendo de a poco en la reina de las dudas. Falta poco más de dos meses para la primera vuelta de las elecciones presidenciales (22 abril) y el PS no se pone en orden de batalla. Poco a poco, el argumento de la derecha según el cual Ségolène no reunía las condiciones para aspirar al estatus presidencial se fue instalando como un factor verosímil. Los conservadores siempre argumentaron que la candidata era una improvisada, que carecía de la capacitación necesaria para ser presidenta. La acumulación de disputas pública en pleno período electoral hizo que ese argumento tuviera hoy una base. Los resultados de los sondeos prueban ese sentimiento. El último, publicado el miércoles, proyecta una victoria del ministro de Interior y candidato de la UMP, Nicolas Sarkozy, por 54 contra 46 por ciento para Ségolène Royal. Más inquietantes aún son los estudios de opinión detallados: Royal perdió entre 8 y 10 puntos en todos los campos: Sarkozy aparece como quien hace la mejor campaña y es el candidato más creíble en lo que atañe a la economía, la política internacional, la lucha contra la inseguridad. Peor aún, la izquierda francesa en su conjunto, socialistas, comunistas, radicales de izquierda, ecologistas y extrema izquierda, registran hoy los niveles más bajos desde 1969, con apenas 40 por ciento en la primera vuelta de la elección presidencial.
Francia se está quedando sin un debate serio entre dos propuestas políticas. Las discrepancias socialistas han falseado las expectativas y el contenido del debate. Sarkozy dijo ayer: “Si uno no puede unir a su propia familia no se puede unir a los franceses”. La voz popular, no menos acertada que los análisis, comenta: “Ségolène Royal es la mejor candidata posible de la izquierda, pero está haciendo la peor campaña posible”.
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