Jueves, 30 de agosto de 2007 | Hoy
EL MUNDO › MAS DE 250 DETENIDOS Y UN SENADOR HERIDO FUE EL SALDO DE LA JORNADA
Por primera vez en el gobierno de Michelle Bachelet, miles de chilenos salieron a las calles para reclamar una mejora en la distribución del ingreso y la ayuda social para los más necesitados. El gobierno dijo que garantizaba el derecho de protesta, pero mandó a reprimir cuando la marcha se acercó al Palacio de La Moneda.
Por Christian Palma
desde Santiago
Poco a poco el centro de Santiago se fue quedando vacío pasadas las 16.00. A eso de las 9 de la mañana, los policías de los escuadrones antimotines ya metían miedo, apostados en las esquinas de los centros comerciales, bancos y grandes tiendas, pertrechados como en las otrora jornadas de protesta, esas en las que se luchaba contra un viejo general ya muerto. Ahora el enemigo es otro: el modelo neoliberal que impera en el país –que ha enriquecido a unos pocos, pero que también ha dejado a muchos pateando piedras–, el descontento, la desigualdad, las mínimas oportunidades para surgir, la rabia de los jubilados y de los sin casa y salud dignas.
Estos son los temas centrales por los que la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que aglutina a gran parte de los sindicatos de trabajadores de Chile, llamó a manifestarse “pacíficamente” en el día de ayer. “La marcha más grande desde los tiempos de Pinochet”, arengaba el presidente de la multisindical, el socialista, Arturo Martínez, quien afirmaba que en el curso del día la capital podrá sentir la presencia de los trabajadores que respondieron al llamado a movilización de la multisindical.
La gente recogió la convocatoria y desde temprano miles salieron a la calle. En cuatro puntos clave de esta atestada capital (Plaza Italia, Estación Central, Avenida Matta/San Diego y Estación Mapocho, todos de rápido acceso al centro) se fueron juntando los grupos que a eso a las 11 de la mañana comenzaron la caminata.
En Chile las cosas han cambiado. Hay una mujer socialista en La Moneda, la dictadura hace 17 años que desapareció –esperemos que para siempre– y el país exhibe una de las mejores cifras económicas de la región. El alumno aventajado de la clase, le llaman; sin embargo, esta posición en el ranking de los que más ganan no ha logrado eliminar uno de los cánceres heredados de los milicos: la enorme inequidad entre los que ganan más y los que reciben menos, entre la gente de a pie y los que pueden elegir entre tres vehículos para movilizarse, entre los que se alimentan y educan a sus hijos con el sueldo mínimo (275 dólares) o sus jefes que se embuchan doscientas veces más esa cantidad y tienen a sus retoños en colegios donde la profe les habla en varios idiomas.
Con esta marcha, miles de trabajadores, jóvenes, pobladores, docentes, subcontratados, estudiantes y sectores políticos de menor representación condenaron el actual sistema. Y se fueron acercando a La Moneda. Atentas a lo que podía pasar, las fuerzas de orden, coordinadas por el subsecretario del Interior, Felipe Harboe, ratificaron su compromiso de castigar penalmente a los manifestantes que incurran en daños a la propiedad. Mientras tanto, las bombas de humo, gases lacrimógenos, palos y carros lanzaaguas repelían a la masa. A todos por igual.
Al mediodía, el ministro del Interior, Belisario Velasco, aseguraba que la situación en el país era “relativamente normal” y “sólo ha habido algunos problemas que han sido rápidamente solucionados por Carabineros”.
Lo que el ministro ignoraba es que a esa hora el senador socialista Alejandro Navarro resultaba herido tras ser golpeado por un carabinero a sólo minutos después de que criticara con dureza el accionar de la fuerza pública y mediara para evitar los disturbios generados cuando manifestantes intentaron marchar por la Alameda. Sin duda, la agresión traerá cola.
A kilómetros de ahí, en la populosa comuna de Maipú (500 mil habitantes), cerca de un centenar de taxis colectivos se estacionó en las vías, con lo que logró detener totalmente el tránsito en ambas direcciones durante casi media hora. La cosa evidentemente “no era relativamente normal”.
En ese mismo sector se levantaron las primeras barricadas con quema de neumáticos. En otras comunas se repitió la escena, mucho humo y los policías (pacos) correteando a quienes protestaban.
El saldo, según el último cómputo, anunciado a las 19 por la Intendencia Metropolitana, era de 260 personas detenidas, aunque fuentes de Carabineros hablaban de 370. A muchas de ellas se les constató su domicilio y si no tenían antecedentes se las dejó en libertad y si no, se las citó a control de detención para hoy.
“Tenemos a 50 personas con lesiones leves, 18 carabineros lesionados, de ellos 14 con lesiones leves, uno grave y tres de mediana gravedad, y lamentamos la situación del senador Navarro”, declaró la intendenta Adriana del Piano. Según cifras no oficiales, fueron más de 10 mil los manifestantes.
La protesta de ayer fue la primera organizada por la central sindical, pero Bachelet ya había enfrentado otras movilizaciones y siempre echó mano a los recursos represivos de los carabineros. Primero, durante las marchas estudiantiles del año pasado de los llamados “pingüinos”, por sus uniformes azules y blancos, que reclamaban una reforma educativa. Después con los empleados de Codelco, la minera estatal, en reclamo de una redistribución a partir del alza del precio internacional del cobre. Después con las protestas por el mal funcionamiento del sistema de transporte en Santiago.
Ayer, en medio de las manifestaciones, la presidenta Michelle Bachelet decía que “en democracia y en mi gobierno los trabajadores podrán siempre expresar pacíficamente sus demandas y defender sus derechos y, eso sí, hay un límite y yo quiero que todos lo entiendan muy bien”. Pero muchos estaban sordos... de rabia, por las bombas, los palos o los chorros de agua. No por nada el gobierno reforzó la seguridad en poblaciones por la noche. Al cierre de esta edición, en Santiago los trabajadores seguían mostrando su descontento.
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