La alianza entre el presidente paquistaní, Pervez Musharraf, y la ex primera ministra Benazir Bhutto comienza a tomar forma. Al mismo tiempo que el gobierno anunciaba que retiraba todas las acusaciones de corrupción contra la ex mandataria y habilitaba su vuelta al país, el partido de Bhutto se negaba a sumarse al resto de la oposición, que ayer ordenó a sus diputados y senadores a renunciar en masa en protesta por la posible reelección de Musharraf.

El otro gesto de la jornada lo tuvo el propio Musharraf al nombrar a su sucesor al mando de las fuerzas armadas. Una de las principales demandas de Bhutto era que el mandatario no siguiera ejerciendo los dos cargos paralelamente. Sin embargo, el gesto no parece haber sido suficiente para el resto de la oposición, quien destacó que su sucesor en el Estado Mayor será el actual jefe de los servicios secretos, un hombre que según los analistas es de su total confianza.

Ayer la oposición, liderada por las fuerzas afines al otro ex premier exiliado Nawaz Sharif, abandonó el Congreso, coronando por adelantado la victoria de Musharraf en las elecciones presidenciales del domingo próximo. Lo hicieron en protesta de la candidatura del actual presidente, que fue ratificada por la Justicia la semana pasada. La negativa del partido de Bhutto a sumarse a esta protesta fue entendida por el resto de los legisladores como el primer paso de una alianza con el oficialismo, que podría culminar en un gobierno compartido en el que Musharraf sería presidente y la ex premier recuperaría ese cargo.

Pero la fácil victoria del domingo próximo no le solucionará los problemas al presidente. Seguirá sin controlar la llamada Zona Tribal del norte, lindante con Afganistán y, en consecuencia, el extremismo islámico que en el último año se extendió por el resto del país, especialmente en Islamabad, la capital.