Miércoles, 20 de febrero de 2008 | Hoy
No hay números oficiales en Pakistán, pero queda claro que el oficialismo fue barrido. Los dos principales opositores pueden unirse y hacer número como para destituir al general.
Con bailes desenfrenados y tiros al aire, la oposición paquistaní salió a las calles a festejar no sólo su claro triunfo electoral, sino también el fracaso de la Liga Musulmana de Pakistán-Q (PML-Q), a la que pertenece el controvertido presidente Pervez Musharraf. Según datos reconocidos ayer públicamente por el oficialismo, la oposición paquistaní triunfó en las elecciones legislativas con más del 60 por ciento de los votos. Incluso ya se analiza la posible destitución del primer mandatario. Poco antes de ser asesinada a fines de diciembre, la líder opositora Benazir Bhutto afirmó que la democracia sería la mejor venganza. El atentado que le costó la vida y que sigue sin ser esclarecido por completo generó una ola de simpatía por su Partido Popular de Pakistán (PPP), que ahora se vio reflejada en un claro triunfo en las urnas. Como segunda fuerza del país emerge la también opositora Liga Musulmana de Pakistán (PMLN), del ex primer ministro Nawaz Sharif.
Musharraf, al que la mayoría de los paquistaníes sigue considerando un dictador a pesar de su pública defensa de la democracia, no fue el único perdedor de estas elecciones. Los votantes también castigaron a los extremistas de la alianza Muttahida Majlis-e-Ammal (MMA), que agrupa a seis partidos islamistas y que había triunfado en los comicios de 2002 en algunas regiones, sacando provecho de la ola de simpatía por elementos religiosos desatada por la invasión estadounidense a Afganistán, y sólo consiguió tres escaños. Para Musharraf, estrecho aliado de Washington que llegó al poder con un golpe de Estado en 1999 y que a fines de 2007 se hizo reelegir para un nuevo mandato de cinco años por el antiguo Parlamento, las elecciones del lunes son una verdadera bofetada.
El PPP anunció que intentará formar una coalición con las fuerzas opositoras que ganaron los comicios. De acuerdo con los últimos datos de la comisión electoral, el PPP cosecha un total de 87 escaños, seguido por la PML, del ex premier Sharif, con 66, según datos difundidos por la prensa local. A los 272 escaños elegidos por sufragio universal, hay que añadir 60 reservados a mujeres (que se reparten proporcionalmente entre los partidos) y diez para no musulmanes. Según la progresión del escrutinio seguida por los medios, la oficialista PML-Q obtenía sólo 38 escaños. El resto de los votos fueron para partidos regionales y candidatos independientes.
Una eventual alianza entre el PPP y la PML es el peor escenario para el presidente paquistaní, ya que ambos contarían con los votos suficientes para destituirlo y restaurar la Constitución nacional de 1973, prescindiendo de las enmiendas que reforzaron el poder de Musharraf.
El portavoz presidencial, Rashid Qureshi, sin embargo, se anticipó y aseguró que Musharraf “no tiene intención” de dimitir y que está “feliz de que el pueblo paquistaní haya participado en las elecciones más limpias, nítidas y seguras de la historia de Pakistán”. Pero Sharif no se privó de opinar que el Parlamento debería anular las reformas constitucionales implementadas por Musharraf durante el estado de excepción que decretó a principios de noviembre. También reclamó la restitución de los jueces independientes reemplazados por el presidente antes de que dieran su veredicto sobre la constitucionalidad de su candidatura presidencial.
El partido de Musharraf reconoció la derrota, según declaró su portavoz, Tariq Azeem, en una conferencia de prensa. “Los electores han emitido un veredicto y asumimos ese veredicto como demócratas”, declaró Tariq Azeem, de la PML-Q. Por su parte, el presidente de esa agrupación, Chaudhry Shujaat Hussein, dijo aceptar los resultados “cordialmente”, según el canal de televisión Dawn.
El próximo primer ministro surgirá de filas opositoras y ya no será una marioneta de Musharraf. El presidente no podrá gobernar sin control ni restricción alguna, como lo ha venido haciendo en los últimos ocho años.
Su base de poder está erosionada. No sólo la PML-Q aparece desmoralizada. También las fuerzas de seguridad abandonaron a Musharraf después de que se viera obligado a renunciar a la jefatura del ejército por la presión opositora. Antes de los comicios, la oposición denunció con insistencia la posibilidad de un fraude masivo, pero la estrepitosa derrota de Musharraf parece indicar que los comicios fueron lo suficientemente transparentes para que su resultado sea inobjetable. Las elecciones también mostraron una disminución en el caudal de votos de los movimientos islamistas, en favor de tendencias más moderadas. También en la provincia de Afghania, en la frontera noroeste, asolada por el terrorismo, los partidos islámicos perdían terreno frente a fuerzas nacionales y progresistas.
Se espera que en las próximas horas se den a conocer las primeras conclusiones de observadores locales e internacionales. El equipo liderado por Estados Unidos tenía previsto dar a conocer los datos de sus observaciones en la noche local de ayer, mientras que la misión de la Unión Europea (UE), con el mayor número de miembros, lo hará hoy.
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