EL MUNDO
El lamento de las víctimas
Uno tras otro, los testigos en la Corte de Burdeos en el proceso contra Maurice Papon se sucedieron para hablar de un padre o una madre perdidos, un amigo muerto, un niño asesinado y su propio sufrimiento. Juliette Besanzon, de 67 años, vestida para la oración en la sinagoga, fue una de las pocas que miró a Papon a los ojos y lo obligó a retirar su mirada. “Soy judía y creyente pero no fui creada para ser deportada. Oh, sí, Sr. Papon, usted es una personalidad pero no del lado bueno. Vi cómo 14 personas de mi familia (incluyendo a sus padres) eran deportadas entre 1942 y 1944, pero Dios me permitió vivir para poder hablar en este juicio. Nosotros, los judíos de Burdeos, estábamos tan orgullosos de ser franceses y sin embargo usted nos llamó y nos hizo pagar tres francos a cada uno a cambio de una estrella amarilla que debíamos usar todo el tiempo.” Luego, volviendo su rostro hacia el jurado, dijo: “No pueden absolver a alguien que fue cómplice de todo eso. He compensado por los míos perdidos y di a luz seis hijos que me han dado 14 nietos. Si ustedes lo liberan, entonces mi familia perdida morirá una segunda vez. Cuando escuche el veredicto estaré en paz por fin”. Ahora, Juliette no estará en paz nunca más.