Miércoles, 4 de junio de 2008 | Hoy
EL MUNDO › HILLARY QUERíA SEGUIR EN CARRERA, PERO SU ESPOSO SE RESIGNó
Por David Usborne *
En Sioux Falls, Dakota del Sur
“Juntos podemos hacer historia”, fueron las últimas palabras del discurso que Hillary Clinton pronunció el lunes a la noche ante tres mil personas en Sioux Falls, Dakota del Sur. Se refería, por supuesto, a la historia que se podría escribir de elegirse a la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.
Pero antes se jugaba otro tipo de historia. Iba a ser la última aparición de campaña, juntos, de lo que hasta ahora se ha llamado la Primera Familia de la Fiesta Democrática. Bill, el esposo de la señora Clinton, que compartía el escenario junto a ella y su hija Chelsea, admitió sin advertirlo un hecho diferente. “Hoy puede ser el último día de mi vida en que me vea envuelto en una campaña de este tipo”, reflexionó.
El cambio psicológico fue profundo. La señora Clinton quería dar pelea. Estaba en carrera para ganarle el voto popular a Barack Obama y ella –no el señor Obama– sería la mejor oponente al candidato republicano John McCain. “La campaña no está terminada”, les dijo a sus seguidores en el edificio campestre. “Va a ser nominado el candidato más fuerte para pelear contra John McCain.”
Pero la escena familiar fue penosa, casi enternecedora: la familia unida de un desafío honorable, en pantalla por última vez. Bill, con su viejo tic, se mordía el labio de abajo. En el medio de sus palabras, Hillary tuvo que pasarle el micrófono a Chelsea, como ya lo había hecho más temprano, debido a su voz disfónica. Bill miraba a Hillary como preguntándole: “¿Vas a seguir? ¿Estás bien?”. Ella asentía, tomando traguitos de agua y pastillas para la tos. Chelsea habló con fluidez y el orgullo de sus padres se veía claramente en sus rostros.
La señora Clinton llegó lejos, pero en la última vuelta el cuerpo ya no le daba. Era la adrenalina. Se puede contar con él por meses, pero cuando el final salta a la vista, el apuro comienza a pesar y los dolores se sienten.
El público también supo lo que estaba viendo. Había llegado al acto sabiendo que las chances de la señora Clinton de hacerse con la nominación eran casi nulas, cualquiera fuese el resultado en el estado. “Estoy acá porque me gusta, ella fue mi primera opción”, dijo Jan Haar, una simpatizante de 51 años.
Bill estaba colorado, a punto de explotar. Muchos dirían que el esposo leal fue el que más saboteó las chances para su esposa de llegar a la Casa Blanca, al opinar todo el tiempo sobre los asuntos de campaña.
Ayer, de vuelta en su casa de Chappaqua, Hillary no se dedicó a pedir votos, sino a pensar. La adrenalina todavía inundaba su cuerpo y cargaba con el cansancio de los últimos meses. La carrera electoral está por terminar, pero es Barack Obama y no ella el que termina en primer lugar.
Hillary fue derrotada. Bill se deshonró a sí mismo. ¿Y Chelsea? Chelsea no tiene nada que recriminarse. Ella podría ser la candidata que traiga de vuelta a la familia a la escena política. Pero ese drama queda para la próxima década.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginai12.
Traducción: Martiniano Nemirovsci.
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