EL MUNDO › LO QUE REPRESENTA MICHELLE OBAMA

Retrato de una dama

 Por Mónica C. Belaza *

A Michelle Obama le ha tocado jugar un papel especialmente relevante en la Convención Demócrata. Al menos dos son los objetivos perseguidos por la potencial primera dama: el primero, mejorar su imagen, presentarse como algo muy distinto de la mujer lenguaraz, radical y con problemas de patriotismo que la maquinaria conservadora difunde insistentemente; el segundo, humanizar al candidato, acercarlo a los votantes a través de su historia personal y convencerlos de que ellos, como pareja, son la perfecta encarnación del sueño americano.

Después de que los demócratas observaran con júbilo la semana pasada cómo el republicano John McCain era incapaz de recordar el número de casas que tiene, el debate ha empezado a girar más que nunca en torno de los problemas económicos del estadounidense medio. Barack Obama sabe que la mayoría de los votantes quiere que alguien aborde la crisis que les impide encontrar trabajo o pagar la hipoteca, y se está esforzando más que nunca en transmitir la idea de que él y Michelle son parte de esa clase media que ha batallado fuerte en la vida, que comprenden las necesidades y apuros del pueblo.

La esposa del candidato, con quien lleva 15 años casado, procede de un hogar humilde del sur de Chicago, hija de un ama de casa dedicada a sus dos hijos y de un trabajador del canal de agua municipal con esclerosis múltiple, que logró sobrellevar su enfermedad y sacar a su familia adelante. A su hermano Craig le dieron una beca en la prestigiosa Universidad de Princeton como joven promesa del baloncesto, y allí lo siguió Michelle unos años más tarde. Finalmente, logró ser admitida en la Facultad de Derecho de Harvard, gracias a méritos propios según algunos, beneficiada en parte por medidas de discriminación positiva hacia los negros, según otros.

Valores familiares, unidad, estabilidad. Michelle Obama representa mejor que su marido la vida del norteamericano medio. Mientras él procede de una familia extremadamente exótica para los estándares del país –hijo de una blanca de Kansas y de un negro de Kenia que la abandonó cuando tenía dos años, criado unos años en Indonesia con el segundo marido de su madre y después en EE.UU. por sus abuelos–, Michelle podría ser la hija de una familia afroamericana de las que aparecen en las teleseries, aunque de clase baja.

* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.

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