El vocero del Departamento de Estado norteamericano, Philip Crowley, salió ayer a criticar la reciente demolición de asentamientos palestinos en Jerusalén Este. “Es el ejemplo claro de acciones que ponen un potencial obstáculo a las negociaciones directas”, manifestó el portavoz. La administración de Barack Obama había intensificado los esfuerzos para traer a ambas partes a conversaciones conjuntas. Por eso, Washington le viene reclamando a Israel que ponga fin a las construcciones hebreas para evitar cualquier provocación. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dijo que las destrucciones fueron contraproducentes. “Los asentamientos y las demoliciones de casas son ilegales. Constituyen un impedimento para la paz y conspiran contra la solución de los dos Estados”, manifestó Barroso, y coincidió con la Casa Blanca. Rusia se sumó a la catarata de críticas y consideró inaceptable la acción unilateral israelí. Por su lado, la municipalidad de Jerusalén negó haber destruido alguna vivienda que estuviera habitada. Los palestinos admitieron que habían levantado sus casas sin los permisos, pero recalcaron que es imposible conseguir las autorizaciones de manos israelíes. Las demoliciones ocurrieron justo una semana después de que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, se reuniera con el presidente estadounidense. En un informe de 2009, la Oficina de Coordinación de Asistencia Humanitaria estimó que quedaban 1500 órdenes de demolición pendientes en Jerusalén Este.