En la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), algo así como el gran barómetro político chileno, se incluyó la pregunta ¿Quién le gustaría a usted que fuera la o el próximo presidente de Chile? El apoyo ciudadano a Michelle Bachelet fue contundente: un 51 por ciento se inclinó por la ex mandataria socialista, seguida de lejos por el actual ministro de Obras Públicas Laurence Golborne –aún capitaliza la fama conseguida cuando fue vocero del gobierno en el rescate de los 33 mineros de Atacama–, que apenas obtuvo un 7 por ciento de las preferencias. Si bien se sabía del amplio respaldo ciudadano a Bachelet, en La Moneda no cayó nada bien la sideral distancia entre la ex presidenta y los candidatos oficialistas para ceñirse la banda tricolor en el 2014. En este escenario, y a más de dos años del terremoto y maremoto que azotó Chile el 27 de febrero de 2010, la formalización de dos funcionarios clave de Bachelet por su mal desempeño en la catástrofe fue tierra fértil para que la derecha arremetiera con todo contra la primera presidenta de Chile. La Moneda respaldó la denuncia. La oposición reaccionó con dureza. Los diputados de la Democracia Cristiana fueron más allá y anunciaron el congelamiento de las relaciones con el gobierno.

“Me parece deleznable el comportamiento del gobierno”, dijo un senador socialista.